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Madrid, Barcelona y el futuro JOAN SUBIRATS

Joan Subirats

La ambiguamente denominada "jornada de auto-reflexión" concluyó con un nuevo episodio del tradicional pique entre Madrid y Barcelona. Mientras el castizo Álvarez del Manzano trataba de darnos lecciones de libertad después del escasísimo eco de la jornada de auto-reflexión en la capital del Estado, los ediles de nuestra ciudad cacareaban con los modestos resultados de Barcelona. Pero, una vez sosegados los ánimos, convendría poner encima de la mesa algunos elementos ahora que estamos en tiempos de programas y promesas. No nos dejemos aturdir por la estentórea palabrería del regidor matritense y vayamos a los hechos. Mientras Cataluña mira por encima del hombro, Madrid y su entorno en los últimos años han transformado radicalmente su sistema de transportes metropolitanos. Los 50 nuevos kilómetros de suburbano y sus correspondientes estaciones han convertido a Madrid en la ciudad del mundo que más ha crecido en red de metro en pocos años, asegurando además la plena interconexión entre Renfe-Cercanías y transporte suburbano. La inversión realizada por la Comunidad Autónoma de Madrid ha sido espectacular. El presidente de esa Comunidad, Alberto Ruiz Gallardón, prometió hace cuatro años en su programa electoral ampliar la red de transporte subterráneo en 24 kilómetros. La realidad supera hoy en más del doble lo prometido entonces. Sin duda, el presidente de la comunidad ha aprovechado tanto las ventajas competitivas de su secular capitalidad como el hecho de que su región tiene todas las ventajas de su alto nivel de riqueza y sus pocas obligaciones en campos como el de la sanidad y de la educación primaria y secundaria, que generan muchos disgustos y gastos y pocas alegrías. Pero nadie puede acusarle de no utilizar con maestría y sentido estratégico los recursos de que dispone. No tengo a mano en este momento el programa electoral de CiU de las últimas elecciones autonómicas (quizá el profesor Culla me podría ayudar en ello), pero me temo que no existían en este tema compromisos palpables de tal envergadura, y si hemos de hacer caso a los resultados cuatro años después, lo cierto es que Barcelona cuenta hoy con unas pocas nuevas estaciones más en una red urbana que apenas supera los 80 kilómetros de metro. Aunque organicemos nuevas jornadas de auto-reflexión, mientras los ciudadanos no dispongan de una red de transporte público suficiente, fiable, cómoda y bien conectada con otros medios de transporte, poco podremos avanzar y disponer. En la conurbación de Barcelona se realizan cada día casi seis millones de desplazamientos diarios, de los cuales casi cuatro millones se hacen a pie o en transporte público. El gran problema que tenemos desde un punto de vista de sostenibilidad y de calidad de vida urbana son los más de dos millones de desplazamientos diarios en automóvil privado, en un momento en el que además no para de crecer el parque automovilístico y desciende imparablemente el número de pasajeros en cada coche. Las autoridades públicas de la ciudad y del Gobierno autónomo no dejan de hablar de transporte público y de la necesidad de reducir ruidos y contaminación del aire, pero siguen invirtiendo en infraestructuras que incentivan el uso del automóvil. Se calcula que cada vehículo dispone en Barcelona de 10,5 metros cuadrados de calzada, mientras que cada peatón sólo dispone de 3,5 metros de acera (datos del Centro de Estudios de Información Ambiental). Deberíamos aprovechar las ventajas de nuestra densidad urbana y nuestro buen clima, y favorecer e incentivar buenas prácticas de movilidad, de tal forma que, sin criminalizar el automóvil, restringiéramos su uso y dificultásemos su creciente invasión. Es evidente que hay gente que no usa su automóvil sólo para desplazarse, sino también como signo de status o como expresión de bienestar económico. Y también es cierto que hay gente que por su especial ubicación o situación personal precisa usar el coche privado. Pero hemos de ser conscientes de que esas libertades y derechos son contradictorios con una calidad de vida sostenible y con otras libertades y derechos de gentes cuyas prácticas de movilidad son mucho más respetuosas con todos. En el día de marras, Pujol y los consejeros cogieron autobuses y metro, queriendo demostrar así su apoyo a la jornada. Pero yo hubiera preferido menos fotos simbólicas y más compromisos concretos de inversiones en metro y en transporte público. La Autoridad del Transporte Metropolitano mantiene la tradicional fragmentación gubernamental en responsabilidades, pero su mera existencia es ya una esperanza. En su corta vida ha logrado, hace apenas unas semanas, la conexión plena entre Ferrocarrils de la Generalitat y Transportes Metropolitanos de Barcelona, pero ahora debería ampliar ese acuerdo a Renfe y su red de cercanías, y decidir un plan ambicioso y de ejecución urgente de ampliación de la red de metro y de transporte público en el área de Barcelona. Como siempre, el problema son los recursos económicos. Pero pienso que toda la imaginación que se está desplegando para encontrar formas de paliar o eliminar los peajes de autopista debería emplearse de manera mucho más acuciante en resolver el futuro de la movilidad en el área metropolitana privilegiando el uso de los transportes públicos. Ése sí sería un planteamiento de futuro. Mientras Álvarez del Manzano desbarra, Ruiz Gallardón, que ya tiene competencias en enseñanza superior, acaba de prometer que en la próxima legislatura alcanzará una inversión pública en universidades del 1,35% del PIB de la Comunidad de Madrid (igual a la media europea de gasto en ese concepto), cuando ahora está en el 1,2%. Se me dirá que está en campaña electoral. Pero como en el tema del metro, los resultados le avalan. En 1995 el presupuesto universitario en la Comunidad de Madrid era de 66.000 millones y ahora es de 113.000 millones, un 72% más. Ya me gustaría oír en la próxima campaña electoral que el nuevo Comisionado de Universidades nos promete cifras parecidas. Transporte público y gasto educativo son, sin duda, buenas bazas para cualquier proyecto de futuro en Madrid, y esperemos que lo sean también en Barcelona.

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