Científicos de la UPV estudian la posibilidad de implantar una cámara de vídeo en el ojo humano El paso fundamental inicial es conseguir un traductor que convierta electrones en iones
Un grupo de científicos adscritos al Laboratorio de Electroquímica de la Facultad de Química de la UPV, cuya dirección ostenta el profesor Toribio Fernández Otero, está estudiando una solución para la ceguera, consistente en desarrollar una interfase nerviosa capaz de conectar una cámara de vídeo al nervio óptico. La investigación se encuentra ahora en los pasos iniciales de síntesis de los materiales y estudios de biocompatibilidad con neuronas, aunque el equipo de expertos ya tiene perfilado el método de trabajo para suplantar el ojo humano por otro cibernético.
El proyecto de interfases nerviosas consiste en lograr la conexión entre el sistema nervioso que rige la vista y el sistema electrónico de una videocámara. El problema estriba en que el funcionamiento del ojo produce señales químicas que cabalgan sobre iones, mientras que la videocámara se rige con mecanismos electrónicos (electrones). En la actualidad, iones y electrones son incompatibles; se rechazan entre sí. La investigación se orienta, explica el catedrático Toribio Fernández Otero en hallar un transformador -transductor en terminología científica- que consiga convertir los electrones en iones. Así, las señales que emite esa máquina minúscula podrían ser recibidos por el nervio óptico y entendidos por el cerebro. El transductor permitiría que la cámara instalada en la concavidad ocular, dentro de un ojo de cristal, captara imágenes del exterior y las conectara con el sistema nervioso. Para ello, advierte Toribio Fernández Otero, es necesario "descubrir un material que transforme los electrones en iones". Biocompatible La segunda condición para lograr el éxito del experimento radica en que "este nuevo material fabricado en un laboratorio sea biocompatible", es decir, que "no produzca reacciones negativas durante la convivencia con las redes de neuronas del cuerpo humano". Los miembros del Laboratorio de Electroquímica están inmersos en la fase de "exploración". "Hemos sintetizado ya tres familias de materiales poliméricos capaces de recibir señales electrónicas y, por reacción electroquímica, expulsar iones. Son, además biocompatibles con las neuronas", subraya Fernández Otero. El siguiente paso consistirá en "estudiar la longevidad del sistema comprobando cuántos años aguanta este material polimérico (plástico) funcionando dentro del organismo", expone el catedrático. Este mismo equipo de científicos, que alcanzó notoriedad mundial por diseñar los músculos de un robot que visitará Marte a principios del próximo siglo, tiene abierta otras líneas de investigación, la mayoría relacionadas con la "fabricación de materiales poliméricos multifuncionales y a la medida de diversas aplicaciones". Uno de los más avanzados consiste en montar "una batería totalmente polimérica". Esta nueva pila suprime los metales pesados y contaminantes, como el manganeso, níquel, plomo o estaño, y los sustituye por materiales orgánicos y biodegradables. El proyecto de la nueva pila pretende "mejorar la composición de la batería para aumentar su capacidad de carga en el menor tamaño posible". El resultado requiere, a continuación, un análisis del número de ciclos de carga y descarga que podría soportar para establecer la "vida de la batería". Este estudio se realiza en colaboración con la empresa Cegasa y con el Centro de Investigaciones y Transferencia de Tecnología, radicado en San Sebastián. Grandes posibilidades Aunque los ingenieros son escépticos a sustituir los materiales puros, como los metales y sus aleaciones, por los nuevos materiales blandos y húmedos obtenidos de la experimentación científica, Toribio Fernández Otero sostiene que "el desarrollo y la optimización de los nuevos materiales ofrece un enorme campo de posibilidades, con aplicaciones prácticas en los ámbitos de la medicina, la tecnología industrial o la robótica". En otro proyecto del Laboratorio de Electroquímica se están diseñando "ventanas inteligentes", cristales recubiertos con una capa finísima de un material polimérico que se aclara u oscurece con arreglo a la claridad que recibe del exterior. Con esta solución se puede mantener la misma luminosidad dentro de un edificio inteligente mediante un sistema fotoeléctrico con un regulador que ordena el grado de claridad que se necesita en el interior. Esta misma aplicación podría conseguirse en un vehículo o en aparatos militares y naves espaciales.
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