El asesinato de dos hermanos en Málaga alerta sobre la violencia de las bandas que controlan la delincuencia
Cuando Miguel Ángel y José Antonio R. V. aparecieron cosidos a balazos en el apacible barrio malagueño de Pedregalejo, el pasado domingo de Ramos, el sentimiento general fue de estupefacción. Sin embargo, en el mundillo de la noche, todos asumieron como normal el fin de aquellos dos hermanos de 29 y 19 años aficionados a los gimnasios e integrantes de una de las dos bandas que se disputaban en ese momento el control de la puerta de los bares nocturnos de la capital.El secreto sumarial ordenado por el juez obligó a la policía a actuar como si el doble crimen le hubiera cogido por sorpresa. Pero conocía el percal. Tres semanas después del asesinato fueron detenidos en Estepona F. S. F. y J. A. F. C., ambos de 23 años, por su supuesta participación en el crimen. Llevaban en el coche cinco armas de fuego y vestían chalecos antibalas. Dos días después era detenido un policía local natural de El Palo, el barrio malagueño donde vivían los otros detenidos, un barrio que ha visto crecer a las dos bandas de matones que ahora se disputan el control de la noche malagueña. Los últimos acontecimientos suponen la explosión de una escalada de violencia sorda que se ha gestado durante 15 años y que han padecido jóvenes clientes de bares -apaleados por discutir con el portero o por entrar en el lavabo de señoras en lugar de el de caballeros- y también propietarios, atacados si se niegan a que su local entre en la red de protección.
Esto lo ha propiciado la idiosincrasia de los bares de copas de la ciudad, abiertos generalmente con una inversión ridícula y una filosofía empresarial consistente en aprovechar el boom inicial para luego cerrar y abrir otro local. "La potestad de la vigilancia en estos locales la tienen las empresas de seguridad, pero pocos recurren a ellas, porque los porteros son más baratos y permiten más trapicheos que un guardia jurado", señala un portavoz de la Comisaría Provincial de Málaga, que insiste en que "la policía no ve síntomas alarmantes en la movida malagueña en comparación con otros sitios ni tiene denuncias contra la protección organizada en los bares". "En todo caso", añade, "no son mafiosos, sino gente dispuesta a trapichear donde haya un duro: drogas, prostitución, alcohol... dinero fácil".
El líder de estos ambientes es, a sus 30 años, un viejo conocido de la policía; un matón ante el que tiembla la gente del barrio y de la noche. Su identidad forma parte del secreto sumarial. "Es muy peligroso. Lo he visto dejar en el sitio a tres tíos en peleas distintas ", describe un camarero. Él llevó a la muerte a sus dos amigos. La banda que dirige y la rival se disputaban la puerta de un pub de El Rincón de la Victoria, un pueblo cercano a Málaga. Su gente ganó la disputa, pero la banda rival mandó a un sicario a dar un navajazo a un cliente para demostrar que no eran eficaces. Él se vengó pegándole un tiro en la pierna, y los hermanos pagaron la afrenta.
En las semanas siguientes, incluso con la investigación en marcha, han seguido las reyertas: el 19 de abril, los chavales detenidos en Estepona entraron en el gimnasio de El Palo que frecuenta la banda de Miguel Ángel y José Antonio y pegaron varios tiros al aire. Cerca de allí dispararon también contra un coche. La policía sigue buscando culpables y asegura que desarticulará ambas bandas. Pero nadie duda que surgirán otras. "Necesitamos denuncias", clama la policía, porque sabe que la gente de la noche siempre guarda silencio.
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