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Verdes

Los tres debutantes parecían estar verdes. Ojalá estuvieran verdes. Dicen que el verde es color esperanza y hay pruebas fehacientes de la veracidad del aserto. Un torero que está verde acaba madurando: no hay problema. Lo malo sería no que estuviera verde, sino que fuese incompetente para el oficio. A veces los toreros que empiezan van hacia la incompetencia, pues les equivocan el camino. Muchos de ellos ni siquiera saben torear, y probablemente no aprenderán nunca. La mayoría de los taurinos -que tampoco saben: ni papa- les imbuyen un concepto del toreo que nada tiene que ver con las reglas del arte; nada con la técnica dominadora ni con la interpretación de las suertes.

Por eso gran parte de los toreros que empiezan -los tres de la terna, por ejemplo- centran sus esfuerzos en la instrumentación de los derechazos. Por el derechazo hacia Dios. Les dan veinte duros por cada derechazo que pegaron, y tienen para cenar en Zalacaín.

Valdefresno / Marín, Triviño, Martínez

Novillos de Valdefresno, discretos de presencia -5º y 6º, serios-, flojos, mansotes en general.Guillermo Marín, de Salamanca: estocada corta perpendicular y descabello (silencio); estocada corta atravesada, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (silencio). José Luis Triviño, de La Puebla de Montalbán (Toledo): estocada delantera y rueda de peones (aplausos y también pitos cuando saluda); estocada corta, rueda de peones, dos descabellos -aviso- y descabello (silencio). Sergio Martínez, de Albacete: pinchazo y bajonazo descarado (silencio); pinchazo, estocada atravesada y descabello (silencio). Los tres, nuevos en esta plaza. Plaza de Las Ventas, 29 de abril. 1ª corrida de la Feria de la Comunidad. Tres cuartos de entrada.

El derechazo, según esta tauromaquia del fin del milenio, cuenta con sus aderezos. Primero de todos, el pase de pecho. El pase de pecho se ha convertido en suerte obligada después de tundir al toro (y al público) pegando derechazos. Mas -he aquí la sutil originalidad de la tauromaquia finisecular- sin que guarden entre sí ninguna relación. El pase de pecho es una unidad de destino en lo universal. O sea, que, concluida la tanda de derechazos, va el torero y anuncia el pase de pecho. No se vea cómo. No quiera ni imaginarse la pomposidad de su porte, la cuidadosa preparación del terreno, el alisamiento del propio terreno mediante un nervioso arrastre de las zapatillas; la mano que toma la muleta, allá; la que no toma nada, acá, apoyada en la cadera, con una aflamencada disposición que envidiaría La Lola se va a los puertos. Y ese gesto trascendente, y esa apostura, y esa porfía, y ese embarcar con el pico cuando al toro le da la gana de embestir, y ese inclinarse encima del toro y barrerle el lomo con el terno; y en cuanto pasó, ese marchar con aire triunfal tirando un gancho al aire que si coge a un detractor de la tauromaquia del siglo XXI lo deja KO.

El final de las faenas debe de ser a base de ayudados por bajo. A buenas horas los ayudados por bajo, que son pases de castigo. Al toro los pases de castigo casi le sirven de puntilla, pues viene de los infiernos castigado, cual pecador, por el palizón de los derechazos, por los puyazos salvajes, porque ya salió molido del toril.

Los ganaderos deben explicar por qué sus toros salen molidos del toril. Han enviado un comunicado de tres folios que es una exposición de principios, una severa reivindicación de sus derechos. Y hablan de que los veterinarios no deben reconocer sus toros -menos rechazarlos-, de que los presidentes deben premiar los toros con vuelta al ruedo si lo pide el público, y hasta se meten en camisa de once varas añadiendo que también deben de conceder orejas. De la basura que crían -sin embargo-; del borrego en que han convertido al animal más arrogante, poderoso y fiero de la creación; de su perniciosa invalidez no hablan. La patente de corso, llamada asimismo impunidad, por el morro.

La novillada inaugural de la feria de la Comunidad tuvo de bueno que no engañó a nadie. Es decir, que no sorprendió a nadie: los novillos se caían, los novilleros les pegaban derechazos. Tal es la fiesta.

El tipo de derechazos no se crea que difería mucho según el autor. Los tres se aunaron en la buena voluntad; los tres en que daban el derechazo y rectificaban terrenos. Indudablemente, tienen de modelo a las figuras. Guillermo Marín se acopló bien con su primer novillo, no tanto con el segundo, al que aplicó faena interminable. José Luis Triviño fue el único que manejó con gusto el capote y demostró oficio en la muleta. El oficio de Sergio Martínez debía ser menor, pues se vio achuchado, no encontraba los terrenos adecuados, y, no obstante, dio al tercer novillo los más largos y ajustados muletazos de la tarde. La vida es una paradoja, ya se sabe; una perpetua contradicción. Y la fiesta de los toros es, si bien se mira, la vida, el reflejo del país en que vivimos, el estado de la cuestión.

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