Inyectar médula del donante reduce el rechazo en los trasplantes
Los pacientes que han sido sometidos a un trasplante de órganos y reciben al mismo tiempo inyecciones de médula ósea procedente del donante tienen menos crisis de rechazo o ésta es más leve, según un estudio realizado por el equipo del prestigioso Thomas E. Starlz, del Instituto de Trasplantes de la Universidad de Pittsburgh. El estudio se ha desarrollado a lo largo de seis años y, según sus autores, la inyección de médula del donante es un procedimiento seguro y facilita el ambiente celular necesario para que el trasplante tenga éxito a largo plazo.
Los autores del estudio indican que este tratamiento está especialmente indicado en los trasplantes de corazón, pulmón y el combinado de páncreas y riñón. Concretamente, en el caso del trasplante de corazón, el índice de rechazo celular es del 82% entre quienes no han recibido estas inyecciones de médula ósea y tan sólo del 38% entre quienes recibieron este tratamiento.
Además, los resultados en pacientes de trasplante de hígado sugieren que algunos podrían incluso ir prescindiendo de las drogas inmunosupresoras que controlan el rechazo. Los investigadores están seleccionando a estos pacientes para incluirlos en un protocolo de reducción progresiva de las drogas que evitan el rechazo.
Quimerismo
Al introducir médula ósea del donante, los médicos pretenden crear un fenómeno llamado quimerismo, que consiste en propiciar la coexistencia de las células inmunológicas del donante y el receptor. Las biopsias de órganos trasplantados, así como de sus glándulas linfáticas o de otros tejidos, revelaron que los leucocitos del donante habían emigrado desde el órgano trasplantado hasta los tejidos del receptor, en un caso hasta 29 años más tarde. Los investigadores también descubrieron que las células del receptor seguían coexistiendo con las del donante dentro del órgano trasplantado, lo que suponía la confirmación de que, cuando los cirujanos efectúan un trasplante, no sólo están reemplazando la función del órgano, sino que también exponen al receptor al sistema inmunológico del donante. Controlar el rechazo es la clave para el éxito de cualquier trasplante de órganos. Por ello, los pacientes deben ser tratados de por vida con drogas que reducen la respuesta del sistema inmunológico del paciente y evitan que ataque al nuevo órgano.
Pero lo cierto es que, pese a la existencia de nuevas y más eficientes drogas inmunosupresoras, el rechazo se puede seguir produciendo incluso después de años de haberse realizado el trasplante. Y, aunque las drogas logren controlar el rechazo, producen a la larga serias complicaciones médicas.
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