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FERIA DE ABRIL

"Tenéis lo que queréis"

Se le oyó decir a un sevillano: "Tenéis lo que queréis". Y miraba al público de sombra, el que está por debajo de la zona cercana a los palcos del Príncipe, del presidente, de los maestrantes, todo eso. No se dirigía a todos, desde luego. Y él mismo se excluía. Iba para esos cursis que confundiendo el señorío con la tontería han conseguido darle a la Maestranza un carácter conformista y convertirla en un coladero. Y así puede ser que se lleven más de cien toros rechazados en los reconocimientos por falta de trapío, astas sospechosas, debilidad y otros males, porque el taurinismo manda y un reducido club de ganaderos desvergonzados le hace el juego para llevárselo crudo. Que salte a la arena auténtica basura, como fue el caso de esta corrida indecente; que la invalidez del ganado se dé por buena; que la suerte de varas le traiga a la gente absolutamente sin cuidado; que la prueba de la bravura sea una asignatura absolutamente desconocida. Y de ahí en adelante, pues lo artístico también entra en este cúmulo de despropósitos. Y los pares de banderillas se aplauden todos. Y cualquier diestro puede ser aclamado por tres tandas de derechazos instrumentadas a todo correr. De todo cuanto dicho hubo en la tarde de marras. Tarde de toros sin toros. Tarde interminable perdida en un inmenso bostezo, sólo para que de repente un diestro con oficio se ponga como una moto, cuaje tres tandas de derechazos supersónicos y le den la oreja.

Rojas / Litri, Ponce, Cordobés

Toros de Gabriel Rojas (2º y 4º sobreros, en sustitución de otros tantos inválidos), escasos de trapío excepto 1º y 5º, varios sospechosos de pitones, inválidos, descastados.Los anunciados, de El Torero, no se lidiaron, pues fueron rechazados los 13 que el ganadero presentó a reconocimiento. Litri: estocada corta trasera (algunos pitos); estocada (aplausos y también pitos cuando saluda). Enrique Ponce: tres pinchazos -aviso con retraso-, media atravesada caída, rueda de peones y tres descabellos (ovación y salida al tercio); estocada ladeada (oreja). El Cordobés: estocada, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo, otro hondo, rueda de peones y dos descabellos (aplausos). Plaza de la Maestranza, 24 de abril. 16ª corrida de feria. Lleno.

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Van 103

El toro importaba menos. El toro no importaba absolutamente nada. Salía el toro, era una ruina y había que esperar a que algún torero hiciera algo. Por ejemplo, pegar unos capotazos largando tela, y se coreaban con olés. Por ejemplo, unos derechazos inconexos y volvían los olés otra vez. No exactamente olés. El público de la Maestranza de toda la vida decía unos olés con cierto tono de jipío; ¡óle!, que era exclamación salida del alma porque le había conmovido el lance inspirado de un artista. Ahora ya no hay ¡óles!, quizá porque el artista no existe y la inspiración es una entelequia. Y lo han sustituído por el "¡Biééén!, con mucho arrastre de la é. Todo lance es biééén, y todo par de banderillas es biééén, y todo muletazo es biééén, así el lance sea largando tela -Litri, Ponce y El Cordobés son buen ejemplo- el par a cabeza pasada, trasero y oblicuo -a un peón le hicieron saludar por eso- el muletazo sin templanza ni reunión, embarcando con el pico de la muleta.

Se han pasado años los cursis impartiendo doctrina: a la Maestranza hay que llegar con paso quedo, saludar con elegancia, si gusta la corrida aplaudir, si disgusta no chistar, pues basta una mirada desaprobatoria. De manera que si sale un toro inútil que debería ser devuelto al corral el presidente no tiene otro remedio que bajar al tendido, meterse entre estos muñidores del espíritu de la Maestranza y mirarles a los ojitos.

La especie es una gran mentira, por supuesto. Porque en la Maestranza siempre gustó el toro, y se vigiló estrechamente el tercio de varas para medir su bravura, y se encendía en entusiasmo si era cierta, y aclamaba el toreo de arte, y menospreciaba la vulgaridad, y rechazaba el toreo burdo, el tremendista, el que caricaturizaban los toreros malos para la galería.

Algo vuelve. A medida que la Maestranza se llena de un público de paso, sólo curiosos y probablemente triunfalista, los verdaderos aficionados hacen oir su opinión, y no toleran el fraude, menos aún que pretendan tomarles el pelo los taurinos prepotentes, los toreros aprovechados, los ganaderos que se forran. Este año no se ha oido aquello de "¡Fuera, a Madrid!", cuando alguno se atrevía a protestar un toro impresentable. Este año, después del tamiz de los veterinarios que cumplen con su deber -más de un centenar de toros rechazados- otros los ha rechazado la afición y han sido devueltos al corral.

Lo que quedó era indecente pero por algo se empieza. Y a eso, Litri le pegó trapazos; El Cordobés intentó faenas encimistas tan breves como obligaban las nulas embestidas; Ponce se lució con sus derechazos.

Tuvo Ponce dos toros boyantes que aún parecieron más pues atesora oficio sobrado para encelar las embestidas más renuentes. Al primero de su lote llevaba seis minutos de faena cuando le ligó los derechazos, rápidos y bien conjuntados, que enardecieron al público, y luego lo dobló mediante ayudados largos de bonita estampa. En su segunda faena instrumentó tres corajudas tandas de derechazos, pasó después a los naturales y ya el toro, tundido y descastado, no podía embestir. Mató a la primera, le dieron la oreja y alguien dijo que había salvado la tarde.

Pero no salvó nada. La corrida fue un tostón, una vulgaridad y un fraude. Una falta de respeto a la afición y a la historia de la Maestranza por culpa de las arteras manipulaciones de unos cuantos cursis, tontos de remate.

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