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Schröder da por finalizado en el Reichstag "el capítulo de la provisionalidad" de Alemania

"Ha comenzado una nueva era. A alguno le puede parecer exagerada la expresión. Pero a nadie le debe caber duda de que cerramos el capítulo de la provisionalidad. Alemania asume su responsabilidad, lo que es un acto fundacional para una Europa que es una comunidad de valores que no excluye a nadie. Esta república de Berlín asume todos sus compromisos de la república federal de Bonn y proclama una vez más que no hay alternativa ninguna para Alemania fuera de su alianza occidental". Con estas palabras abría ayer su esperada alocución el canciller federal Gerhard Schröder en la inauguración del reformado edificio del Reichstag, nueva sede del Parlamento federal alemán.

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Su apertura es el punto culminante del traslado de la capitalidad alemana a Berlín, decidida hace ocho años y consumada ayer con un acto solemne que no regateó elogios al estadista que, en mayor medida que ningún otro protagonista de la reunificación, hizo posible esta evolución política hace aún una década absolutamente inimaginable, el ex canciller Helmut Kohl. Éste, presente en el acto, no disimuló la emoción que le producía un acontecimiento que colma todas sus aspiraciones políticas. En Berlín, la ciudad que el gran líder socialdemócrata Willy Brandt calificó como la división del mundo hecha piedra, los alemanes divididos durante más de cuatro décadas tienen desde ayer una sede para sus representantes electos que simboliza toda su historia, trágica, sangrienta y excepcional, del siglo XX. El viejo edificio del Reichstag es el nuevo símbolo de la Alemania reunificada y democrática, un Estado muy distinto a los dos que divididos por la guerra fría se enfrentaron durante casi medio siglo, pero un país leal a los valores y principios de las democracias europeas.

Conscientes del pasado

Según coincidieron el presidente del Bundestag, Wolfgang Thierse, y el canciller Gerhard Schröder, la nueva Alemania asume sus compromisos, afrontará todas sus responsabilidades por difíciles y costosas que sean y defenderá, desde su nueva posición, sus derechos como un país no secuestrado por fantasmas sino plenamente consciente de su pasado. El jefe de la oposición, Wolfgang Schäuble, no hizo sino corroborar las tesis del canciller. "Alemania ya es adulta, plenamente soberana y responsable. Ya no tenemos tutores, sino socios. Tenemos recuerdos comunes y una voluntad común de futuro. Debemos dejar de lamentarnos tanto. Por eso tenemos que ser plenamente responsables. Asumir responsabilidad con los demás". Lo que debe estar claro para Alemania, señaló el sustituto de Kohl en la jefatura de la Unión Cristiana Democrática (CDU), "es que jamás los alemanes debemos hacer nada solos. Nunca solos". Schröder lanzó un mensaje claro a todos los aliados y socios de Alemania al decir que la nueva república de Berlín no supone ninguna ruptura con los principios del estado fundado en Bonn en condiciones tremendamente difíciles por Konrad Adenauer. "No hay ruptura con Bonn porque ese Estado no fracasó". Pero también dejó claro que el salto de Bonn a Berlín se produce en Alemania coincidiendo con un cambio generacional en la clase dirigente que hace más profunda si cabe la transformación. El canciller pasó revista al proceso de reunificación alemana y subrayó los éxitos del mismo. Habló de las conquistas en el desarrollo de la infraestructura de Alemania oriental y del renacimiento económico en muchos de sus focos industriales. Pero también quiso reflexionar en público sobre la necesidad de todos los alemanes de limar diferencias de percepción y sensibilidad acumulados en los años de división.

Los esfuerzos para la modernización de la sociedad alemana no son responsabilidad única de los alemanes orientales, como creen algunos en la parte occidental del país. Por el contrario, muchos de los esfuerzos asumidos a la fuerza por los alemanes orientales son parte de la necesaria readaptación de toda la sociedad alemana a la nueva situación económica, social y política en Europa y en el mundo.

Con la apertura, ayer, del Reichstag, Europa cuenta con una inolvidable atracción más para todos los visitantes de Berlín: la vista sobre la generación de una nueva ciudad del siglo XXI desde un edificio cargado de historia, de mensajes y testimonios del siglo XX. Los políticos alemanes aún se pelean hoy por su nombre. Hay quien dice que el término Reichstag está en sí comprometido porque Reich (imperio) sugiere opciones que el Parlamento alemán debería dejar de pronunciar siquiera. Pero al margen de la polémica, el hecho es que el Reichstag vuelve a ser el centro de la vida política alemana, más democrática, profundamente parlamentaria y abierta que nunca.

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