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Sanz Enea acoge una muestra de fotos documentales del XIX de Emile Zola

Maribel Marín Yarza

La sala Sanz Enea de Zarautz difunde hasta el próximo 2 de mayo la obra fotográfica del reconocido escritor Emile Zola (París, 1940). La exposición gráfica, que se completa con otra muestra sobre su vida, sirve de testimonio documental del siglo XIX. Reúne cerca de 90 instantáneas que hablan de la vida, retratan lo cotidiano y huyen de lo espectacular. Zola, erudito comprometido con su tiempo, retrató escenas familiares, paisajes urbanos de París y momentos de su exilio en Inglaterra, que se muestran en la exposición.

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Una mirada literaria

La exposición difunde la faceta menos conocida del escritor Emile Zola. Pero ambas disciplinas, literatura y fotografía aparecen indisolublemente unidas en la obra del intelectual francés, según asegura Leopoldo Zugaza, uno de los máximos difusores de la fotografía en Euskadi. Zola, que se inició en este arte en 1988, dejó como legado a su muerte 6.000 instantáneas que hoy tienen un innegable valor documental de la época. La sala Sanz Enea muestra 90 de aquellas imágenes, que testimonian la preferencia del artista por plasmar momentos de la vida cotidiana. A Zola no le interesaban las imágenes llamativas y así se desprende de la primera parte de la muestra. Retrató escenas familiares para el recuerdo. Una de ellas, tomada en el jardín de su casa de París, muestra al artista ejerciendo de padre; ayudando a su hijo a estudiar, mientras su mujer hace punto y su hija lee, quién sabe si alguno de sus libros. Este erudito, que se autorretrató en innumerables ocasiones y que puso delante de la cámara a sus criados, tuvo gran interés por los medios de transporte. Esta preocupación, que le llevó a escribir La bestia humana, sobre el ferrocarril, queda más que reflejada en la exposición. Llama la atención la imagen de una mujer vestida con falda y un gorro elegante sobre una bicicleta, o los contrastes en un paisaje rural por el que circula un coche de caballos, precedido de dos hombres en bicicleta. Emile Zola, un fotógrafo riguroso con su trabajo, ha dejado el testimonio gráfico de su París natal en el siglo XIX en imágenes del Trocadero tomadas desde la torre Eifel o los jardines de las Tullerías. Pero también de su exilio en Inglaterra. Zola, fotógrafo y escritor comprometido, mimó su obra en un momento de convulsión política y social. Tuvo que abandonar su país a raíz del escándalo Dreyfus, cuando escribió el conocido artículo Yo acuso. De su estancia en Inglaterra se conservan, entre otros, paisajes urbanos o instantáneas de los lecheros ambulantes de la época. Zola, que falleció en 1902, abanderó la idea de que para conocer bien una cosa "hay que fotografiarla". Por eso su trabajo gráfico supone un complemento para la literatura. En ambas disciplinas defendió la estética naturalista, según Zugaza. "La fotografía", dijo en más de una ocasión, "es el mejor instrumento para reflejar ese naturalismo". La exposición, que permanecerá abierta al público hasta el próximo 2 de mayo, se nutre de fondos de la Galerie Municipale du Château D"eau, que realiza una labor de difusión fotográfica reconocida en todo el mundo. Y se enmarca dentro de las Jornadas Fotográficas de Zarautz que ofrecen al público la posibilidad de conocer entre otras, la obra de Barbara Niggel en el Photomuseum y la del catalán Lluis Cruset sobre el Kurdistán en la Galería Zazpi.

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