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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ernestina de Champourcin

Con la muerte de Ernestina de Champourcin se ha ido casi un siglo de vida y de poesía. Esta poetisa fue una rara avis en muchas facetas: era una de las únicas representantes femeninas en un grupo poético -el del 27- liderado por hombres. Intelectual progresista, comprometida con las realidades de su tiempo, pero sobre todo con la poesía. Amiga de Juan Ramón, de Gerardo Diego y mujer del también poeta Juan José Domenchina, secretario personal de Azaña, circunstancia que la obliga al exilio primero en Francia y luego en México.No es solamente su condición de mujer la que la separa de la Generación del 27. Frente a sus coetáneos, Ernestina dirige su poesía decididamente a la trascendencia, a Dios. La huella de Dios en Ernestina no es algo solamente presente en su poesía, sino también en su vida. Quizá sea un dato poco conocido de su biografía el que, después de unos años apartada de la práctica religiosa, la poetisa vuelva a acercarse a la Iglesia católica. En los años cincuenta, durante el exilio en México, conoce el Opus Dei, del que formará parte desde 1952. Durante ese tiempo, mientras sus contemporáneos escriben poesía social, ella participa en una iniciativa que realiza el Opus Dei en una zona marginal de México, dando a aquellas pobres gentes lo mejor que tiene, enseñándolas a leer, a escribir y a rezar.

A los 93 años se ha ido casi de puntillas esta mujer que supo unir su pasión poética con el trabajo por los demás, su afán por conocer la realidad humana, con la oración. Y lo unió con una vida silenciosa. Ahora, en su muerte, sólo gritan sus versos.-

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