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El "chat autonómico"

La vida moderna ha producido, dentro del implacable programa de la evolución de las especies, un nuevo tipo de ser humano que es mucho más rico y poderoso -o al menos eso le gusta creer- que los que le han precedido: el navegante de la red. Asomado a la pantalla mágica de su ordenador, el internauta llega a tener el mundo en las manos y se entera de todo antes que los demás. No soy particularmente fanático de la red, pero no dejo de reconocer sus ventajas. Una de ellas, la cual siempre me había parecido una forma barata de leer el Hola! y una manera, algo deprimente, de alternar, es el chat de discusión. Ya se sabe: colgados de una dirección electrónica, unos cuantos navegantes intercambian informaciones sobre un tema de su interés, casi siempre en tiempo real. Pues bien, cuál no sería mi sorpresa cuando el otro día, al hacer un barrido de chats relativos a temas valencianos, me encontré con uno que se titulaba Chat Autonómico y al que se podía acceder a través de la dirección www.vertebració.es. Sí, no me había equivocado: enmascarado entre un chat de Recetas de paella y otro de Deportes de vela en las playas valencianas, había un foro de discusión sobre un tema cultural, hasta filosófico si se me apura. Empecé a preocuparme y a pensar que, al final, hasta iba a merecer la pena dejar de charlar con la gente en los bares e invertir el tiempo libre en un chat. ¿A qué organismo público o privado, a qué mente preclara se le habría ocurrido la luminosa idea de abrir un foro de discusión sobre la cuestión palpitante de este fin de siglo en la Comunidad Valenciana, la vertebración? Que si la ciudad de Valencia no piensa más que en sí misma y oprime a las demás con su férreo centralismo, que si Alicante se las da de ofendida y va por libre, que si Castellón mira demasiado al norte y Requena, al oeste, que si Xàtiva tiene aires de grandeza por aquello de que fue capital de provincia, que si Gandia piensa que, para renacentistas, ellos... y todos así. La falta de vertebración de la Comunidad Valenciana era tan palpable que justificaba la apertura urgente de un debate público sobre el tema. Y como los ciudadanos queremos participar en lo que nos afecta directamente, preferíamos hablar de lo nuestro entre nosotros y dejar que los diputados siguieran hablando de lo suyo en las Cortes, como de costumbre. Aquel chat era, pues, una buena idea. También es verdad que antes de lanzarme a la piscina informática, no dejé de reflexionar un poco sobre esa pretendida invertebración. Resulta que un reino medieval, que existe desde el siglo XIII y que tan apenas ha visto alteradas sus fronteras, se plantea problemas de identidad, mientras que los EE UU, que son de fines del XVIII, andan tan ufanos, las repúblicas hispanoamericanas, que comienzan su andadura en el XIX, nunca se cuestionan su ser y, en Europa, hasta los estados orientales que se originan del desmembramiento del imperio austro-húngaro proclaman orgullosos su identidad. Más aún. En España hay autonomías de las llamadas históricas que no se constituyen oficialmente como tales hasta los tiempos de la II República y, sin embargo los demás las miran con indisimulada envidia. O sea que lo nuestro parece rarísimo. Pero como de estas cosas no entiendo, preferí asomarme a la pantalla y leer con avidez las intervenciones de los chatos (¿o chateadores?) por si se me hacía la luz en tan espinoso asunto. Transcribo sus mensajes tal cual, sin quitar ni poner palabra. Ahí va uno: "Hola, soy Ramón, de Ontinyent. ¿Qué tal si pusiéramos a los parques de bomberos de las distintas ciudades valencianas a apagar los incendios en otra ciudad, cuanto más lejos mejor? Por ejemplo, cuando se queme un cine -es un suponer- en Vinaròs, podríamos dejar a sus bomberos en el cuartelillo y mandar a los de Orihuela. Así la gente de Vinaròs les estaría esperando con los brazos abiertos y se enterarían de donde está Orihuela. Además, si al pasar por cada pueblo, hiciesen sonar la sirena, todos los vecinos saldrían a los balcones y sería como la Vuelta ciclista". Otro botón de muestra: "Este mensaje es para vertebrar las ciudades, porque los distintos barrios también se dan la espalda. ¿Qué tal si cada equipo de fútbol jugase con la delantera de un equipo local y la defensa y el portero de otro? Por ejemplo, se podría formar una alineación con medio Valencia C. F. y medio Levante U. D., y lo mismo haríamos con el Castellón y el Villarreal o con el Hércules y el Elche. Los aficionados no sabrían a quién aplaudir y a quién insultar y todo aquello de la tradicional rivalidad quedaría olvidado. Incluso se podría formar un equipo con cada línea perteneciente a un club, el portero del Hércules, la defensa del Elche, la media del Valencia, la delantera del Villarreal y el entrenador del Castellón. Sería como una selección autonómica, lo que de paso nos acerca a las comunidades históricas, que son las que reclaman equipo propio". Y éste: "Tampoco estaría nada mal que los enfermos fuesen atendidos en un hospital de otra ciudad. Por ejemplo, los enfermos de Valencia irían a Alzira y al revés. De esta manera, cuando llegasen a su destino, si no tenían nada serio, ya se les habría pasado, y si fuese muy serio, ya no haría falta, con lo que a la hora de la verdad sólo se atendería a los enfermos que pueden mejorar su calidad de vida. Otra ventaja es que, al no poder recibir visitas de la familia con facilidad, se hacen nuevos amigos y, a lo mejor, el/la paciente hasta encuentra a la pareja sentimental de su vida. Si los de Valencia se casasen con los de Alzira, los de Sagunto con los de Oliva, y así, otro gallo vertebrador nos cantaría". El que sigue tampoco es manco: "La culpa de todo la tienen los intelectuales, porque antes eran universalistas y ahora son unos localistas tremendos. Podríamos mezclar los centros universitarios como quien diluye un terrón en el café y obligar a sus profesores y a sus alumnos a conocer mundo. Por ejemplo, habría que asignar centros del norte a universidades del sur y a la inversa. Cada vez que un profesor tuviera que resolver un asunto en el rectorado tendría que recorrer 200 kilómetros; eso ayuda a pensar y a preparar mentalmente la lección. Además, si el profesor es dialectólogo, puede aprovechar para preguntar a los de las gasolineras cómo se dicen las cosas en su pueblo, si es botánico, para tomar muestras en las cunetas de los paradores y así. Para los estudiantes también es buenísimo, pues ahora que no salen de su pueblo para estudiar ni aunque los maten, eso les obliga, por lo menos, a conocer la Comunidad". Aún seguí leyendo mensajes del mismo tenor durante un buen rato. Créanme, es una experiencia inolvidable. Es verdad que, como pasa con los chistes y con los crucigramas, uno tiene la impresión de que no todas las soluciones son originales. Pero así son las cosas: la realidad siempre termina superando a la ficción.lopez@uv.es

Ángel López García-Molins es catedrático de Teoría de los Lenguajes de la Universidad de Valencia.

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