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Motín a bordo

La Guardia Civil entra en un avión, que llevaba tres horas de retraso, para calmar la ira de los pasajeros

Vicente G. Olaya

Al comandante del vuelo IBE-812, cuyas iniciales son A. C. C., los pasajeros le dieron a las 22.30 del jueves la última oportunidad: o abría las puertas del avión o le denunciaban por secuestro. El piloto accedió, y el aire fresco de la noche madrileña se introdujo en el Airbus 300, que llevaba dos horas con las puertas cerradas a cal y canto en medio de los aparcamientos del aeropuerto de Barajas. Treinta minutos después, la Guardia Civil, avisada por los pasajeros mediante teléfonos móviles, entró en el avión y pidió al piloto que despegase de una vez, porque estaba a punto de estallar un motín: los casi doscientos viajeros ya no aguantaban más y estaban dispuestos a llegar a las manos.Según el sindicato de pilotos (SEPLA), "motines como éste se han vivido en los últimos días en Barcelona y Venecia, porque el pasaje llega predispuesto contra los pilotos a causa de la campaña de descrédito emprendida por la dirección de Iberia".

Esta historia comienza poco antes de las 20.30, con el embarque de 268 personas en un vuelo con destino a Gran Canaria. Sin embargo, media hora después, la aeronave seguía en tierra, y "nada indicaba que fuera a despegar", recuerda F. G., industrial canario y uno de los pasajeros.

"A las diez y media, la gente estalló. Llevábamos ya dos horas encerrados. Y encima, como no habíamos despegado, no nos servían ni un café. Si querías agua, a pesar de que había niños pequeños, tenías que levantarte para pedírsela a las azafatas. Los pasajeros comenzaron a gritar. Entonces, el comandante nos dijo que el avión no despegaba porque el permiso de vuelo estaba caducado. Nos sonó a broma", continúa el viajero.

Según este relato, las azafatas tampoco daban explicaciones convincentes. "Sólo decían que estaban cansadas, que se habían levantado a las ocho [de la mañana] y que no tenían la culpa de nada. Muchos se levantaron entonces y se agolparon en la parte delantera, pidiendo que el piloto diese la cara; pero él estaba encerrado en su cabina y se negaba a salir. Pero lo peor no fue eso, sino la sensación de angustia que sentías después de dos horas y media encerrado. La gente reclamaba a gritos que abriese de una vez las puertas, que le iban a denunciar por secuestro. Finalmente, las abrió y, no sé por qué razón, unos operarios descargaron el equipaje de las bodegas. Decían que llevábamos más peso del permitido. Fue bochornoso. Entonces pedimos las hojas de reclamaciones, pero sólo había tres, y encima, sin resguardo", continúa.

El sindicato de pilotos asegura que el comandante quería abrir las puertas, pero "el aeropuerto no acercaba las escalerillas necesarias para que desembarcase el pasaje". El SEPLA cree que el piloto hizo bien en no salir de su cabina, porque "los pasajeros estaban furiosos". Los viajeros más exaltados conectaron entonces los móviles para llamar a la Guardia Civil. A los pocos minutos, cerca ya de las once de la noche, una pareja de agentes entró en el aparato. "Estuvieron unos minutos hablando con el piloto. Le dijeron que despegase lo antes posible. En ese momento, el comandante afirmó que ya tenía permiso y que nos marchábamos. Pero ya no te creías nada y nos negamos a movernos. El piloto nos gritó que si no nos sentábamos iba a tomar medidas. La juerga fue general".

El avión despegó a las 23.20 y llegó a Las Palmas a las tres de la madrugada. "Cuando aterrizamos, el comandante no nos pidió perdón y encima se negó a darnos su nombre. Dijo que no estaba obligado".

Iberia reconoce los hechos descritos por este viajero y su responsabilidad en esta situación. Un portavoz de la compañía dio la siguiente versión: "Como Barajas está muy congestionado, gran número de aviones sale con retraso. A causa de estas demoras hay que gestionar continuamente nuevos permisos de vuelo, ya que caducan con las horas. Y así se hace día tras día y hora tras hora, pero en esta ocasión, por algún error, no se renovó" .

F. G. afirmó ayer que denunciará a Iberia por lo ocurrido con su vuelo a Canarias. "Y mandaré una carta de queja al aeropuerto, a la IATA [asociación internacional de líneas aéreas] y al propio director general de Iberia. Porque no me vale un simple director comercial. Por las 40.000 pesetas del billete, por lo menos tengo derecho a desahogarme con el director general".

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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