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El general que nunca ejerció

Enrique Rodríguez Galindo se ciñó a finales de 1995 el fajín de general de manos del entonces ministro de Justicia e Interior Juan Alberto Belloch. El sueño de cualquier oficial de la Guardia Civil hecho realidad, no sin que mediara una viva polémica sobre la oportunidad de tal decisión. "Me he limitado a llevar el lema Todo por la patria hasta las últimas consecuencias", justificó él tras su ascenso.Pero Rodríguez Galindo ha sido un general que nunca ha ejercido de tal. Su carrera en este empleo se ha limitado a ocupar durante unos meses un despachito de asesor del director general Ferrán Cardenal en las prostrimerías del último Gabinete socialista. Después, el caso Lasa-Zabala estalló judiciamente en la cara del recién llegado Gobierno del PP. En contra de algunos pronósticos, el supercondecorado general quedó aparcado, pese a algunas tentativas de solidaridad por parte del generato de la Guardia Civil.

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Hace dos meses pasó a la reserva, al cumplir el 5 de febrero la edad de 60 años, a la que obligatoriamente debe abandonar la vida activa todo general de brigada. Es una especie de prejubilado con la pechera repleta de medallas.

Su nombre, del que colgó durante años el título de máximo-experto-en- ETA, saltó a la fama tras la demoledora operación que se saldó con la captura de la cúpula etarra en Bidart (Francia) en 1992.

Héroe para unos, odiado por otros muchos, Rodríguez Galindo tiene dicho que no guarda "ningún recuerdo agradable" de su carrera.

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