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Una antología recorre más de 60 años de la poesía de José Hierro

"No se pueden escribir poemas a pie de obra", afirma el escritor

"Yo ya no lloro, / excepto por aquello que algún día / me hizo llorar. [...] Yo ya no lloro. / Ni siquiera cuando recuerdo / lo que aún me queda por llorar". José Hierro leyó con su voz bronca el poema A orillas del East River, de su último libro, Cuaderno de Nueva York; entusiasmó al público que asistía en la FNAC, en Madrid, a la presentación de Antología poética, 1936-1998, que acaba de aparecer en Austral (Espasa).

"José Hierro es un poeta excepcional", afirmó el profesor de la Universidad de Zaragoza Gonzalo Corona, considerado uno de los máximos expertos en la obra del autor madrileño de corazón cántabro y editor de esta oportuna antología. Hierro, que acaba de cumplir 77 años, recibirá el Premio Cervantes el próximo 23 de abril, y a finales de marzo obtuvo el de la Crítica por Cuaderno de Nueva York.En una amplia introducción, Corona da, de forma clara y didáctica, las claves de la obra del poeta. "La poesía de José Hierro ha recorrido más de medio siglo de nuestra historia literaria reciente. Desde sus primeros poemas, escritos hacia 1937, algunos de los cuales han sido rescatados en edición no venal, hasta su último libro, Cuaderno de Nueva York , ha atravesado casi todas las corrientes importantes de la poesía del siglo XX, adecuando nuestra tradición literaria a la realidad cultural, histórica y literaria de la España posterior a la guerra civil, y elaborando una muy personal y valiosa, a la vez que muy representativa, obra poética".

Con buen humor, Hierro dijo que no había querido intervenir en la selección de los poemas de la antología. "Parto de la idea de que los artistas en general y los poetas en particular hacen obras completas. Cada uno de los poemas es como un fotograma que se relaciona con el anterior y con el posterior, lo que les da movimiento".

Con ternura y sin rubor

Esos poemas de la Prehistoria literaria (1936-1944) no le provocan "ningún rubor", dijo. "Son como las gracias de un niño. Me causan ternura". Hierro se refiere a su primera producción como a "calcos inconscientes", inspirado sobre todo en la generación del 27. Una antología realizada por Gerardo Diego en 1932 le abrió "todo un universo". "Hablaba por boca de ganso o de cisne, hablaba con voz ajena". Luego, hacia 1944, encontró su "tono propio". Había practicado el soneto como "sistema para retener el verso y jugar con el ritmo". "Pero la verdadera conquista llegó cuando empecé a poder utilizar el verso libre. Lo que más me interesa es que se lea uno de mis poemas como si no fuera un poema. Como si fuera la confesión de un drogado o de un borracho que te puedes encontrar en cualquier lugar, y que a veces no entiendes muy bien qué es lo que está diciendo, pero queda el rastro de una presencia y una calidad humana, algo que se difumina".Hierro encandiló a los presentes hablando sobre su método de trabajo. "Nunca he escrito un poema que me supiera de antemano. Nacen como una emoción sobre la que edifico una acción". Y puso un ejemplo: leyó en cierta ocasión en un periódico que un pobre hombre compró un décimo y lo repartió. Tocó y, como no pudo pagar a los que había repartido, se ahorcó. "Eso, en una época de Roldanes, me emocionó mucho". De ahí nació el poema. "Lo escribí como un hijo que se dirige al padre muerto. Ahora que se habla tanto de la poesía de la experiencia, algún crítico se lamentó del suicidio de mi padre. Eso jamás me sucedió a mí. Tomo cosas de vidas ajenas que se quedan dentro de mí y con el tiempo surge el poema. A pie de obra no se puede escribir un poema".

Y otro ejemplo: Réquiem, del libro Cuanto sé de mí, la historia de un hombre a partir de su esquela tras morir en accidente. Gonzalo Corona dio una larga y complicada dirección en Internet donde se puede encontrar tanto el poema como la esquela. Más de uno y más de dos se la apuntaron religiosamente, aunque a Hierro le sonaba a chino. "Habla en cristiano", dijo, entre grandes carcajadas, al profesor.

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