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TRIBUNALES

36 horas y a la calle

"No puede compararse lo que es ser un recluso común con uno de fin de semana. Sobre todo porque a las 36 horas están en la calle", dice José Antonio Ruiz, de 25 años, que conoce bien las dos situaciones: entre enero y julio del 98 era auxiliar en el departamento de aislamiento de la cárcel del Dueso (Cantabria), a la vez que penaba por un delito contra la salud pública.Pero, comparando las dos situaciones, los presos de fin de semana, en su opinión, salen perdiendo. "Al estar en régimen de aislamiento, lo tienen todo muy limitado: no tienen actividad programada, ni ir al gimnasio, ni a la escuela, no se pueden comunicar con su familia y al ingresar no se les hace un programa individualizado, a diferencia de los que están en régimen ordinario".

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¿Y cómo es la vida de los de arresto de fin de semana? Recuento. Desayuno a las 9.00 horas. Patio -"una zona pequeñísima sin nada, ni siquiera una canasta o un balón de fútbol; sólo cuatro paredes y un trozo de cielo"-. Comida a la 13.00 horas y recuento de nuevo, porque hay cambio de guardia. Patio hasta las 19.00 horas y cena. Todas las comidas son, según Ruiz, en la celda ("una habitación con una cama soldada al suelo, una ventana de rejas y un servicio de agujero"), y en vez de patio, los reclusos pueden optar por la sala de la tele. "Los de fin de semana solían ser antimilitaristas o maridos que no querían pasar la pensión a sus mujeres", dice Ruiz.

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