_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El gran 'puzzle' americano

Joaquín Estefanía

La casualidad ha hecho que coincidieran mi lectura de El gran puzzle americano (Editorial El País-Aguilar), de Julio Rodríguez Aramberri, y la subida del índice Dow Jones por encima de los 10.000 puntos. El libro contiene muchas de las explicaciones a la extraordinaria situación de la economía norteamericana y la "exuberancia irracional" de sus mercados de valores.Aramberri reproduce las palabras de Clinton en su discurso sobre el estado de la Unión en enero de 1998: "Tenemos más de catorce millones de nuevos empleos, el paro más bajo de los últimos 24 años, la más baja inflación básica en 30 años. Las rentas suben y tenemos el mayor índice de propiedad de viviendas en nuestra historia. Quienes reciben ayudas sociales han descendido al número más bajo de los últimos 27 años y la delincuencia lleva cayendo espectacularmente durante los cinco años más recientes".

Desde ese momento, la coyuntura de Estados Unidos ha mejorado todavía más: la inflación ha bajado, hay pleno empleo (sin entrar a determinar las condiciones de los nuevos puestos de trabajo), ha aumentado el crecimiento (en el último trimestre de 1998 superó el 6% del producto interior bruto), etcétera. Y el índice Dow Jones de Wall Street superó los 10.000 puntos al cierre de la sesión del pasado lunes; ese indicador está un 30% por encima de su nivel de octubre de 1990, cuando comenzó esta bonanza.

La amplitud del ciclo es tan grande (ocho años de expansión), el crecimiento del empleo tan potente (18 millones de puestos de trabajo generados desde que Clinton llegó a la Casa Blanca en 1993: Estados Unidos crea más empleo que bienes) y la participación de ciudadanos en las bolsas tan generalizada que los 10.000 puntos han sido considerados como punto de partida, no de llegada: "Los 10.000 no deben ser vistos como un techo, sino como un suelo", declaró uno de los analistas de Prudential.

Se calcula que casi setenta millones de estadounidenses participan en las bolsas, siendo accionistas o participantes en fondos de inversión. A la mayoría no parece importarle las llamadas de atención del presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, sobre la revalorización de los mercados, ya que han asumido que no hay mejor activo que la Bolsa para financiar su jubilación. Esta alegría bursátil, en la que las cotizaciones están por encima de los resultados empresariales, también se daba en los meses precedentes a la crisis de 1929.

¿Significa todo ello que la economía de Estados Unidos camina por la senda de la virtud? Independientemente de los aspectos redistributivos, hay al menos dos elementos que revelan fragilidad. Por un lado, la desaparición del ahorro: en 1998, la tasa de ahorrro personal cayó a un nivel récord desde la Segunda Guerra Mundial, inferior al 0,5% del ingreso disponible: el ciudadano medio se gastaba el 99,5% de sus ingresos después de impuestos. Este porcentaje ha disminuido más, hasta el punto de que hoy se habla de desahorro. El segundo elemento es el déficit comercial: hay un aumento de las importaciones debido a la inundación de productos baratos procedentes de los países afectados por la crisis y una reducción de las exportaciones americanas. El déficit de EEUU ha mitigado los efectos mundiales de la recesión, pero no puede sostenerse de modo indefinido.

Estados Unidos, con sus virtudes y defectos, semeja cada vez más su propio estereotipo de capitalismo anglosajón: optimización a corto plazo del beneficio de las empresas, cuya justificación ideológica es la satisfacción del consumidor; inestabilidad de las formas organizativas; flexibilidad del mercado de trabajo; debilidad de la tasa de ahorro derivada de la preferencia por el consumo; déficit de la balanza comercial, la cara visible para el mundo exterior de la tendencia del sistema a consumir más de lo que produce. Un capitalismo importador.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_