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No es una guerra justa

La mejor forma de apoyar a los militares británicos en la campaña de Kosovo es sacarlos de allí y traerlos a casa. Están arriesgando su vida para redimir los crímenes y errores de los líderes políticos, que se esfuerzan por dar sentido a la paradoja de la guerra al intentar salvar vidas masacrando y sembrando odio. (...) Los errores pueden ser bienintencionados y los crímenes mitigados por fines honorables. En ciertos aspectos, la intervención británica en Kosovo tiene una inspiración admirable: auténticamente desinteresada, vengadora sólo en favor de las víctimas, violenta contra los agresores, sesgada a favor del débil frente al fuerte. La política del Gobierno yugoslavo frente a sus ciudadanos albanokosovares es estremecedoramente cruel. Sus efectos, cuando haya culminado, incluirán la exterminación o emigración forzosa de cientos de miles de personas, aparte de los miles ya muertos, moribundos o huidos. Es justo detenerla. La guerra, sin embargo, no es el método adecuado: injusto jurídicamente, equivocado en la práctica. La acción de la OTAN es injusta en derecho porque es contraria a los fines, puntos de referencia y código histórico de la Alianza. (...) Toda guerra es mala, pero el ataque a Yugoslavia es algo peor que eso: es una equivocación. Cuanto más dure el bombardeo, más difícil será creer que pacificará los Balcanes. Por el contrario, todo indica que va a empeorar las cosas. (...) Pasará tiempo hasta que la destrucción de las infraestructuras e industrias yugoslavas acabe con el esfuerzo bélico serbio; pero ya están muriendo inocentes. (...), 28 de marzo

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