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FÚTBOL UNA GOLEADA HISTÓRICA

El final del tenebrismo

Santiago Segurola

Desde la gloriosa era de Cruyff en el Barcelona no se había visto una sinfonía de fútbol comparable a la desplegada por España frente a Austria. Conviene remitirse a Cruyff porque él nos ofreció la esperanza frente a la depredación que se proclamaba desde otras trincheras. Cuánto daño se ha cometido en nombre de eso que se ha venido a llamar fútbol moderno, que no es otra cosa que el secuestro militar de todo aquello que nos hacía volar la imaginación: la clase, el ingenio, las ideas, la belleza de un juego que camina hacia su destrucción en manos de la zoquetería que domina el mundillo de los entrenadores.El partido frente a Austria significa una línea divisoria con el pasado más reciente, dominado por el sectarismo y la descalificación del fútbol como motor de ilusión y alegría. Pero la gente no tragó. Nunca hubo comunión con un estilo reductor y desagradable que envió a galeras a jugadores estupendos. Y siempre con la misma jerga avinagrada y matonista. La selección se convirtió en un lugar inhóspito, frecuentado por un coro de palmeros y amparado por una federación débil y obtusa que permitió tropelías sin cuento. España nunca se sintió representada por el clementismo. Ni por sus propósitos, ni por sus maneras.

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Si algo dejó Cruyff fue un mensaje y una semilla. El mensaje se impregnó entre la gente. La semilla creció con las nuevas generaciones de jugadores, afortunadamente refractarios a las zafiedades que llegaban desde los sectores más inmovilistas. Camacho ha tenido el enorme mérito de interpretar todos estos signos y de propugnar una idea que parecía descabellada: frente al juego simplón que impera en estos tiempos, la selección española ofrece la posibilidad de disfrutar del fútbol como debería ser, como una cuestión que surge de los lazos comunes de unos jugadores extraordinariamente ingeniosos y que, en su versión actual, desemboca en la felicidad.

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