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El "efecto Internet" en la sociedad

Anatxu Zabalbeascoa

El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona fue la semana pasada el escenario de un congreso en el que ingenieros, arquitectos, antropólogos, filósofos y políticos debatieron los posibles efectos de las nuevas tecnologías informáticas en el individuo, la sociedad y la moral. Tres jornadas sirvieron para plantear cuestiones como las nuevas formas de las ciudades, la obsolescencia del modelo de educación, los cambios en la industria y los peligros de la vigilancia continua a la que aboca el actual funcionamiento de Internet. Todos los ponentes coincidieron en señalar la veloz evolución de Internet como medio y, por contraste, el progresivo empobrecimiento del mensaje. "Se trata de un crecimiento cuantitativo y no cualitativo. ¿Para qué sirven tantos canales de difusión cuando no hay contenidos interesantes que difundir?", comentó Romà Gubern. "No se está intercambiando información, sino la posibilidad de intercambiarla", subrayó el antropólogo Manuel Delgado. Casi todos los conferenciantes advirtieron de las lecturas maniqueas de la nueva situación informática al tiempo que recordaron la no universalidad de un sistema al que sólo tiene acceso un 2% de la población. "Este dato hace que los países subdesarrollados se conviertan inmediatamente en info-pobres, lo que los hace doblemente pobres", apuntó Gubern. Joan Majó, que fue ministro de Industria durante los años de reconversión industrial para el ingreso en la Comunidad Europea, habló de una inminente desmaterialización del consumo. "Dentro de 10 años nadie tendrá discos y, sin embargo, por un módico precio podremos escuchar desde nuestra casa la pieza musical que queramos. Muchos de los productos que utilizamos actualmente desaparecerán sin que desaparezca su utilización. El consumo se hará inmaterial". En ese dato basaba Majó cierto optimismo respecto al futuro. "Nuestra vida será la misma consumiendo productos inmateriales, y eso es bueno porque por primera vez en la historia hemos encontrado una forma de progreso material que no contamina". "La multiplicación de los canales televisivos coincide con su empobrecimiento y con su pérdida de influencia política", apuntó Juan Cueto. "El cine y sus derivados, como los vídeos y los juegos, son la principal exportación de Estados Unidos. En Europa no existen empresas informáticas fuertes y ni siquiera se generan contenidos exportables. Europa tiende a ampliar canales cuando no produce suficientes horas de emisión. Esto genera una dependencia del mercado americano". Cueto y Majó coincidieron en que Internet tiene un efecto inmediato en el desarrollo de las ciencias duras, ya que el conocimiento a través de la red acelera las investigaciones que antes se difundían en revistas especializadas. "Por primera vez en la historia, nos encontramos con que el ciclo de renovación del conocimiento es más corto que el ciclo de vida del individuo, y esto", enfatizó Majó, "hace urgente un replanteamiento absoluto del sistema educativo: lo que aprendemos para formarnos no nos servirá para toda la vida". Derrick de Kerckhove, director del programa McLuhan en la Universidad de Toronto, llamó "fascismo electrónico" a la perpetua vigilancia que Bill Gates ejerce sobre las telecomunicaciones. "Es urgente asegurar la intimidad del usuario. ¿Qué ocurre con las informaciones transmitidas vía Internet? ¿Podrán ser utilizadas en contra nuestra?" En opinión de Kerckhove, esta falta de moral está afectando a otros sectores de la sociedad. "Un banco tiene cámaras ocultas que graban continuamente para protegerse de los robos, pero ¿qué ocurre si un cliente entra con su amante en el banco? ¿Puede esa información, grabada sin su consentimiento y para su protección, ser utilizada en contra suya?". Para el catedrático de Ética Francisco Fernández Buey, la nueva moral derivada de la dependencia de las nuevas tecnologías pasa también por replantearse conceptos tan fundamentales como justicia y libertad. "El mundo entero puede ver a través de CNN bombardeos que no entiende. Vemos lo que ocurre sin saber ni entender qué está sucediendo realmente. Se bombardea en el nombre de la libertad y de la justicia y uno se pregunta ¿la libertad de quién? ¿la justicia para quién?".

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