La dictadura del cuerpo
GORKA ANGULO Hace pocos días se suscitaba de nuevo la polémica por esas nuevas formas voluntarias de tortura física y psíquica, conocidas como anorexia y bulimia. Si hace una década los casos de ambas patologías sociales podían contarse con los dedos de una mano, hoy son alrededor de 500.000 los españoles afectados y la nómina sigue creciendo. Es sin duda alguna, junto al sida y el estrés, una de las enfermedades de finales de siglo y milenio, y es, asimismo, la enfermedad psiquiátrica que más vidas se cobra por año. Es como una sumisión total del cuerpo a la dictadura de las tallas y de una publicidad protagonizada por top models, deportistas y otros cuerpos políticamente correctos, que incitan a miles de jóvenes a declarar la guerra al michelín, para parecerse a esas fotos que decoran sus dormitorios o sus carpetas. Y como en todas las guerras, en ésta, los grandes afectados son las mujeres y los niños, porque aunque parezca increíble, también han aparecido recientemente casos de jóvenes afectados, con edades más cercanas a la primera comunión que a la pubertad. En estos tiempos que nos ha tocado vivir, marcados por la exaltación del presente, la incertidumbre o la desconfianza en el futuro, el hedonismo, el utilitarismo, el laxismo moral, se ha instalado una moda, que induce a muchos jóvenes, a que su, al parecer único, objetivo vital sea la búsqueda, con mucha prisa y sin ninguna pausa, de una perfección corporal muy reñida o muy antepuesta, a la búsqueda de una perfección intelectual. Lo bueno, lo guay, lo fenomenal, lo estupendo (pronúnciese marcando mucho la ese) es estar bueno o buena, porque eso es lo que a uno le hace triunfar o sentirse importante. Por ello, muchos jóvenes han decidido tomarse como divisa vital, aquello que decían nuestros abuelos que para poder presumir hay que sufrir, y se han propuesto hacer de sus cuerpos, una pobre religión que para otros es un rico negocio. Permítanme los hinchas de esta nueva moda que discrepe con ellos. Me parece buen objetivo eso de buscar la belleza, el problema en este caso, es que la belleza que buscan, está muy alejada del canon griego clásico y muy cercana al canon africano de Somalia o Ruanda, de lo cual, podemos deducir que esta peligrosa moda está más ligada a la imperfección del mercado que, a la perfección artística. Pero no todo termina ahí. A lo neófitos de esta cuestionable belleza corporal les molesta ser ricos en carne, pero no les molesta ser pobres en cerebro. A mí, esto de renunciar a la inteligencia, la cultura o el conocimiento, para transformarse en una obra de arte frágil emulando a otros, me parece un poco triste porque supone una doble renuncia: a ser nosotros mismos como seres humanos y como seres inteligentes. Con permiso de la oveja Dolly, tengo que decir que es absolutamente imposible encontrar dos seres humanos idénticos física y psíquicamente. Entonces, ¿por qué pretender ser otro? El renunciar a ser como otros, no significa autoimponernos una aceptación de nosotros mismos que nos haga renunciar a cambiar o a mejorar. Sí hay algo que las personas debemos tener como objetivo vital, además de la felicidad, es la mejora personal, que vivida a diario como una pasión equilibrada por la razón, le hace a uno vivir de verdad. Además por poco que uno haya vivido, siempre puede descubrir, dependiendo de su ego y autoestima, que todos los que nos rodean son superiores a nosotros en algo, por lo tanto de todos podemos aprender algo, y a todos podemos enseñar algo. Esto nos enseña a hacernos tolerantes con nosotros mismos y con los demás, a valorar más lo espiritual que lo material, lo intelectual que lo corporal. Tenemos que valorar lo más sencillo, personas normales con virtudes y defectos, capaces de autoaceptarse y de aceptar a los demás, tal y como son. Y esto, es lo que deberían hacer por los jóvenes, padres, educadores, políticos, y empresarios de la moda.
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