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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El ataque

COMO EN una tragedia griega en la que los personajes tienen un único destino, la OTAN inició anoche un masivo ataque contra unidades serbias con el objetivo de evitar una tragedia humanitaria en Kosovo, una desestabilización política de toda la zona y, aunque tardíamente, el contagio de esa lacra que se conoce como limpieza étnica. Milosevic, que ayer se arropó en la bandera de la resistencia, no sólo ha rechazado un acuerdo tras marear la perdiz durante más de un año, sino que en las últimas semanas, aprovechando el proceso negociador, ha lanzado violentas acciones contra los albanokosovares, en clara violación de los acuerdos del pasado 25 de octubre.A la OTAN le ampara, pues, una legitimidad moral. Pero no se puede obviar que se trata de su primera operación ofensiva contra un país soberano y que no cuenta con la legitimidad legal que hubiera supuesto una resolución expresa del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Entramos en un territorio desconocido cuya salida es imposible de anticipar. Aunque sólo sea por falta de antecedentes.

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Por mucho que se intente, no hay acción militar limpia. En la operación de la OTAN pueden morir, además de militares profesionales de una u otra parte, muchos inocentes: niños, mujeres, hombres e incluso soldados serbios que hubieran preferido no estar allí. Si perdiese el sentido de la proporción, la OTAN podría minar la razón moral que la ampara. Además, aunque estamos ante un caso concreto, podría sentar precedentes para otros países que pretendan actuar por libre, entre ellos los que bloquean el Consejo de Seguridad al tiempo que piden un debate: China y Rusia. Las relaciones de la OTAN con Rusia, una arquitectura que en buena parte se debe a la labor de Javier Solana, pueden salir dañadas de esta operación. Pero si Rusia está irritada con Occidente -cuya ayuda necesita-, también debe estarlo con Milosevic, que le ha toreado una y otra vez. Por último, el ataque podría tensar aún más la situación en Bosnia.

En las negociaciones de París, los albanokosovares habían renunciado, de modo temporal, a la independencia, a favor de una autonomía dentro de Serbia, y habían aceptado el desarme del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). El rechazo de Milosevic a un despliegue de fuerzas extranjeras de pacificación en Kosovo y a cualquier fórmula de autonomía para la provincia echó por tierra toda posibilidad diplomática.

El ataque, cuya primera fase lanzó ayer la OTAN, tiene varios fines: quebrar la voluntad de Milosevic para que acepte el acuerdo de París, disminuir su capacidad militar para lanzar nuevas represalias contra los albanokosovares, o provocar una reacción de los militares o civiles serbios contra su presidente. La OTAN parece tener todo previsto, menos la posibilidad de que su estrategia no dé resultados: que Milosevic se refuerce o que salga con una nueva finta. Entonces, ¿qué?

La credibilidad de la OTAN es importante para la estabilidad futura de Europa, que no se puede permitir que los Balcanes vuelvan a convertirse en un brasero. Pero la credibilidad no se agota en unos bombardeos. Si la estrategia no da resultados, la OTAN ha de ser consciente de que su situación volverá a cuestionarse, esta vez en términos de responsabilidad.

La operación nos concierne, primero, porque tres aviones españoles participaron en la operación y también porque un español, Javier Solana, ocupa hoy la Secretaría General de la Alianza Atlántica. Por eso destaca doblemente que ningún miembro del Gobierno haya comparecido en el Parlamento para explicar la operación. La salud democrática exige, como ha ocurrido en otros países, un debate parlamentario en profundidad o al menos una comparecencia de Aznar ante la ciudadanía. No basta una declaración a posteriori desde Berlín para anunciar que el martes irá al Congreso. España no se implica todos los días en una acción que si se denominase como lo que realmente es, de guerra, exigiría la aprobación previa de las Cortes.

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