Milagro
DE PASADAALEJANDRO V. GARCÍALos anarquistas de Granada han pedido un milagro. ¿Es un caso raro? Sí, bastante. Para una vez que los anarquistas piden la intercesión de fray Leopoldo de Alpandeire e interpelan a la estatua colocada por iniciativa del alcalde Gabriel Díaz Berbel y sus concejales, el Ayuntamiento envía a la brigada de limpieza a borrar la demanda. Los anarquistas emplazaron al fraile, mediante un escrito mural y con todo el respeto del mundo, a que concediera el milagro -inédito- de la desaparición de las empresas de trabajo temporal. Pero alguien, seguramente con conocimientos teológicos, decidió que un fraile no está para enmendar la plana a la lógica del mercado y ordenó en un santiamén que los operarios emborronaran el anhelo terrenal. Si los anarquistas hubieran pedido que el fraile les resucitara un riñón muerto, les favoreciera con un premio mayor de la lotería o les redujera el tamaño de un lobanillo el deseo aún campearía en la pared, a pocos metros de la estatua. Sólo los imposibles se pueden lograr por milagro. Sin embargo, el hecho de que los ácratas hayan acudido al fraile da idea de hasta donde se ha extendido en Granada el culto a las estatuas y a los monolitos. La Cámara de Comercio, que preside Antonio Robles, ha promovido la colocación de una piedra en el plaza de San Nicolás para recordar la visita de Bill Clinton y familia. La iniciativa ha provocado, a partes iguales, satisfacción y chistes. Entre los satisfechos figura el concejal promotor de visitas ilustres, Sebastían Pérez, y entre los regocijados José Antonio Aparicio, director de la campaña electoral del PSOE, que ha pedido un grupo escultórico que represente a Díaz Berbel con las Spice Girls. Hasta el ex concejal del PP Francisco Jiménez Carmona ha explicado de un modo metafórico y escultural el objetivo de la fabulosa trama organizada por el presidente provincial del partido, Juan de Dios Martínez Soriano, contra él y su amigo el alcalde (él le llama por coartada y cortesía José Gabriel): "Vamos primero a cargarnos la peana y luego caerá el santo". De donde se deduce que en esta querella Jiménez Carmona es la peana o el plinto y Berbel la figura frailuna. Esta querencia por las imágenes y las esculturas va a convertir Granada en un inmenso jardín de estatuas -unas de carne, otras de piedra- que va a vaciar de felicidad a las palomas.
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