Eran niños
EL REINO Unido y el mundo entero se quedaron horrorizados, hace siete años, al descubrirse que los autores de la muerte a pedradas y golpes del niño de dos años James Bulger, al que se llevaron de las puertas de un supermercado de Liverpool aprovechando un descuido de su madre, eran otros dos niños de 10 años. Pero el horror del suceso no impidió que mucha gente, sobre todo fuera del Reino Unido, viera con preocupación cómo unos pequeños de esa edad eran juzgados y condenados como si fueran adultos. Un jurado popular les impuso una pena de diez años de reclusión, aumentada a 15 por el ministro británico del Interior, tal y como permite el sistema penal británico, ante la presión de la prensa sensacionalista y la emoción pública suscitada por las terribles circunstancias del caso.Que esa preocupación no era infundada lo demuestra la decisión, adoptada esta semana por la Comisión Europea de Derechos Humanos, de plantear la revisión del caso ante el Tribunal Europeo de Estrasburgo. La Comisión observa, entre otras irregularidades, una posible vulneración del derecho a un proceso justo, tanto en lo que se refiere a las condiciones mismas del juicio celebrado en 1993 -desde defectos de procedimiento a la presión ambiental- como a la posterior intervención, para agravar la pena, de una autoridad política ajena al tribunal, como era el ministro británico del Interior, a la sazón el conservador Michael Howard. Pero corresponderá al Tribunal Europeo de Derechos Humanos decidir finalmente si los niños tuvieron o no un juicio justo y si la máxima de que "la malicia suple la edad", aplicada en su enjuiciamiento, es compatible con la Convención Europea de Derechos Humanos y con los principios del derecho penal juvenil vigentes en la mayoría de los países europeos.
En España la ley no hubiera permitido siquiera que los dos niños fueran juzgados. Incluso si se aprueba el proyecto de ley de responsabilidad penal del menor, que se debate actualmente en el Congreso, sólo a partir de los trece años podrán ser sometidos a proceso penal. Pero tampoco en ese supuesto los niños podrán ser tratados ante un tribunal como si fueran adultos. Un niño puede cometer un crimen. Los dos de Liverpool dieron muestras de una maldad insólita a su edad y causaron un gran daño con la muerte horrenda que dieron al pequeño James Bulger. Pero en la inmensa mayoría de los países democráticos rige una regla social y penal básica: que un niño no es criminalmente responsable de sus actos hasta una cierta edad, que, según los países, oscila entre los doce y los dieciséis años. Porque constituye una aberración jurídica y humana equiparar en unos niños de diez años su capacidad objetiva de hacer daño con el conocimiento y la voluntad deliberada de causarlo.
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