_
_
_
_
Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los ecos de la emoción

La tragedia lírica francesa alcanza con Ifigenia en Táuride, de Gluck, uno de sus momentos más intensos. La antigüedad clásica revive en un texto y una música cargados de emoción dramática. Únicamente hace falta que una interpretación como es debido favorezca la transmisión de unos sentimientos inmortales. La lectura de Minkowski, al frente de Les Musiciens du Louvre de Grenoble, fue, digámoslo de entrada y sin rodeos, sensacional. Vital y a la vez sobria, vibrante, contrastada, enérgica y hasta íntima. Con Ifigenia la música al servicio de la poesía se instaló durante unas horas en Madrid.No ha transcurrido ni siquiera un año desde que Pina Bausch deslumbró en el Teatro Real con un espectáculo de imágenes y movimiento inspirado en esta obra maestra del reformista Gluck. Anteayer, en el Auditorio Nacional, fue la música la que llevó todo el peso teatral. Es lo que tienen las versiones de concierto. No hay apoyaturas escenográficas posibles, pero en esta ocasión no se echaron de menos. La teatralidad venía de las voces, del coro, de los instrumentos de época.

Ifigenia en Táuride

De Gluck. Ópera en versión concierto. Orquesta y coros Les Musiciens du Louvre, Grenoble. Dirección: Marc Minkowski. Con M. Delunsch (Ifigenia), S. Keenlyside (Oreste), Y. Beuron (Pylade). Ciclo de conciertos Universidad Complutense. Auditorio Nacional. Madrid, 16 de marzo.

Minkowski está en estado de gracia. Forma con los Jacobs, Florio, Garrido y tal vez Rousset una punta de lanza en la interpretación de las obras líricas del XVII y XVIII. Son una nueva generación heredera, en cierta medida, del pionero Harnoncourt, aunque con una personalidad propia y poderosa. Magnetismo

Desde la escena de la tempestad inicial se percibió que podíamos estar ante una gran noche. El equilibrio global de la orquesta estaba a nivel parejo del virtuosismo de grupo. Se creó un clima de tensión desde el comienzo y no se abandonó ni un segundo. Los coros, flexibles, encajaban bien con los instrumentos originales. Unos y otros envolvieron con un magnetismo del que era difícil desprenderse.

El barítono inglés Simon Keenlyside fue la voz más importante de la noche. Demostró estar donde está -en los puestos de cabeza del escalafón vocal- por su nobleza de acentos, por su hondura interpretativa, por su visión teatral desde la voz. La soprano M. Delunsch y el tenor Y. Beuron mantuvieron una línea acertada, con tendencia a la pasión contenida y al desarrollo emotivo.

Fue una noche involvidable, el punto probablemente más alto de un ciclo de conciertos, el de la Universidad Complutense, en el que hace menos de una semana ha intervenido también Ton Koopman dirigiendo varias cantatas de Bach. El debú madrileño de Minkowski no ha podido ser más revelador, entre otras razones para comprobar por dónde van los tiros en el clasicismo operístico. Hoy, el espectáculo se repite en Santiago de Compostela. Obvio es decir que es absolutamente recomendable.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_