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¿Ganará Pujol o Maragall? FRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

Cada vez con más frecuencia, los amigos preguntan al verte: "Bueno, tú que entiendes, ¿ganará Pujol o Maragall?". Hace años, José Luis Lasplazas, conocido periodista deportivo barcelonés, en los partidos de incierto resultado hacía razonadamente este ecléctico pronóstico: "Mañana el Barcelona puede ganar, empatar o perder". Al día siguiente, tras la victoria barcelonista, sentenciaba: "Como ya dijimos ayer, el Barcelona ganó el partido". Ante la pregunta de los amigos, hago un vaticinio parecido al de José Luis Lasplazas, porque creo que, ante casos difíciles, no hay otra respuesta razonable. Y lo que contesto es, en síntesis, lo que voy a explicarles en este artículo. Maragall lo tiene muy difícil porque la distancia actual entre el PSC y CiU en el Parlamento de Cataluña es enorme: CiU cuenta con 26 diputados más que el PSC y la diferencia porcentual en las últimas autonómicas fue del 16%. Sin embargo, otros factores le favorecen: especialmente, el prestigio que le da haber encabezado la gran transformación de Barcelona, hoy punto de referencia entre las grandes ciudades del mundo. El activo más importante de Pujol es, en estos momentos, su cómoda mayoría actual: 60 diputados y el 40,8% de los votos en las últimas elecciones. A ello debe unirse su indiscutible personalidad política y la inercia de un electorado que le es fiel en las autonómicas. Sin embargo, importantes factores juegan en su contra: primero, el claro desgaste de su acción de gobierno (déficit, ineficacia, incendios, peajes, AVE, aeropuerto...); segundo, el previsible pase de un sector de su electorado al PP o a Maragall, por no estar conforme con propuestas que consideran innecesarias (reforma del estatuto, financiación por un sistema de cupo a la vasca) y con la marginación de políticos moderados como Roca o Alavedra, y tercero, pérdida de confianza también por parte de sectores nacionalistas que, especialmente tras el pacto con el PP, son partidarios de votar esta vez a ERC, al objeto de formar un frente nacionalista mayoritario en el Parlamento de Cataluña. Además, la soledad de un Pujol sin un sucesor claro también inquieta a muchos de sus antiguos votantes. De todo ello puede deducirse que fácilmente el PSC puede mejorar los resultados anteriores -por otra parte, los peores de su historia desde 1980- y CiU puede perder algunos diputados. Con ello disminuiría la distancia entre ambos, aunque el partido de Pujol seguiría siendo mayoritario por una diferencia de 10 o más diputados. El prestigioso experto electoral Juan Ignacio Wert, en estas mismas páginas, consideró que unos resultados de este estilo supondrían una subida de la marea socialista aunque, también dijo, para que gane Maragall hace falta un auténtico maremoto. ¿Qué se necesita para que se produzca este maremoto? Según Wert -y coincido con su opinión- hace falta un aumento de participación del electorado socialista que vota PSOE en las generales y se abstiene en las autonómicas o, añado yo, comienza a votar en ellas por el PP. El notable aumento de participación en las autonómicas últimas benefició al PP de Vidal-Quadras y perjudicó al PSC de Joaquim Nadal, con significativos porcentajes de aumento del voto popular en las ciudades del entorno industrial de Barcelona. ¿Intenta Maragall provocar este maremoto? Por ahora, desde luego, no. Lo que hace, simplemente, es intentar arañar votos a Convergència en lugar de dirigirse al votante que proporciona los apabullantes triunfos socialistas en las elecciones generales. Al entrar a discutir todas las trampas que le tiende Pujol (el supuesto déficit fiscal, la supuesta necesidad de reformar el estatuto o los hipotéticamente deseados cambios en las relaciones PSC-PSOE), Maragall desincentiva a unos posibles votantes que están esperando que alguien les diga claramente, sin ambigüedades, que su proyecto va dirigido a todos los ciudadanos de Cataluña y que esta palabra, Cataluña, tiene un significado profundamente distinto al que le confiere el modo en que ha sido usada por los nacionalistas de todos los partidos. Lo que le falta a Maragall, en definitiva, es imponer como tema de debate en la opinión pública su propio discurso -el discurso de una Cataluña nueva y transformada- en lugar de ir a remolque de las propuestas trampa (siempre las mismas, por cierto, desde hace 20 años) que cada semana le tiende Pujol.

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