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Cataluña y Quebec

ENRIC FOSSAS La visita a Cataluña del primer ministro de Quebec, Lucien Bouchard, con toda seguridad habrá servido para reforzar las simpatías y la cooperación ya existentes entre las dos comunidades y sus actuales dirigentes. Pero también ha puesto de manifiesto que las sintonías políticas están condicionadas por las diferencias que en muchos aspectos existen entre ambas realidades, por las circunstancias que atraviesan los respectivos momentos políticos, y por las limitaciones que siempre impone la micro y la macrodiplomacia. En efecto, a cualquier ciudadano de este país que conozca con cierta profundidad la provincia francófona de Canadá no le resulta difícil constatar las grandes diferencias que existen respecto a Cataluña en muchos aspectos, desde su posición geográfica hasta su situación sociolingüística, pasando por la expresión del nacionalismo o el sistema político. No es de extrañar, pues, que ambos líderes hayan insistido en las "características propias" de cada comunidad más allá de las genéricas coincidencias en la defensa de las identidades nacionales. El hecho de que ambas partes se tengan mutuamente como "referentes" no tiene nada de extraño puesto que Cataluña y Quebec constituyen posiblemente los casos más paradigmáticos de dos movimientos nacionales en el marco de sociedades democráticas avanzadas a finales de este siglo. Por otra parte, el momento político que atraviesan ambos países también es distinto y procede de historias diferentes. Desde su revolución tranquila, Quebec ha pasado en los últimos años 30 por dos reformas constitucionales fracasadas, dos referéndos para acceder a la soberanía perdidos y una importante sentencia del Tribunal Supremo estableciendo la legitimidad constitucional de una secesión obligatoriamente negociada. Cataluña ha vivido una transición democrática, un referéndum para aprobar la constitución y otro para plebiscitar el Estatuto de Autonomía, y casi 20 años de autogobierno bajo una fuerza nacionalista. Después de estos largos trayectos, Quebec y Cataluña tienen planteada la necesidad de formular proyectos políticos de futuro para un siglo XXI lleno de desafíos y con unas sociedades cada día más complejas y globalizadas. En este punto, el contraste es evidente: Bouchard se inclina por un tercer referéndum soberanista mientras que Jordi Pujol plantea la posibilidad de reformar el Estatuto. En ambos países, sin embargo, se pasa por momentos decisivos, y por ello las recientes (Quebec) o próximas (Cataluña) elecciones son de gran trascendencia. De ahí la cautela que los dos líderes han mostrado al referirse a sus respectivos objetivos políticos. Este último aspecto constituye también una manifestación de las exigencias que impone la microdiplomacia entre entidades subestatales, a las que deben unirse las derivadas de la gran diplomacia, es decir, del hecho que Quebec y Cataluña se mueven, respectivamente, dentro de Canadá y España. De ahí la visita de Bouchard a Josep Piqué (Pujol también visitó a ministros federales canadienses en su viaje a Quebec), sus agradecimientos a Madrid y Ottawa por facilitar la apertura de la oficina de Quebec en Barcelona, y la insistencia en el carácter eminentemente económico y cultural de su visita. En cualquier caso, todos estos condicionantes no han impedido comprobar de cerca la sintonía entre dos líderes políticos indiscutibles, dominantes y seductores, cultos y populistas, nacionalistas y cosmopolitas, idealistas y pragmáticos. Lo cual permitirá, a buen seguro, una buena sintonía entre Quebec y Cataluña.

Enric Fossas es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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