Triunfo sin sal

Cuando el fútbol se vuelve espeso y el sopor se apodera de la grada, siempre aparece el Turu Flores para rescatar al Deportivo. El gol de ayer, al borde del descanso, cuando Riazor ya empezaba a inquietarse, fue el décimo del argentino en toda la Liga. Más que diez, parece que llevara un centenar de goles, porque todos han llegado en momentos decisivos y por eso se recuerdan mejor. Hasta que resolvió el Turu, el Deportivo apenas había hecho otra cosa que lamentar la ausencia de Fran y estrellarse ante el sistema defensivo de un Tenerife lánguido y resignado. Fue un triunfo con poco fútbol, sin gracia ni sal, pero que permite a los de Irureta mantener el ritmo de los mejores de la Liga.Quitarle a Fran es como extirparle el alma al Deportivo. El capitán tuvo que cumplir ayer una sanción de un partido, y su equipo sufrió un retroceso en el tiempo: volvió a ser ese conjunto plano y desorientado de hace cuatro meses, cuando deambulaba por la zona media de la clasificación. La carencia no tuvo efectos más graves para el Deportivo porque enfrente se encontró con un grupo igualmente anodino, sin convicción ni valentía para intentar siquiera aprovecharse de la mala tarde de su adversario y buscar un botín que podría aliviarle de sus abundantes pesares.

A Fran le sustituyó el controvertido Djalminha, que ofreció una notable prestación, remató una vez al palo y convirtió el penalti que proporcionó el segundo gol. Pero la destacable actuación del brasileño no logró tapar la ausencia de Fran, su maestría para conectar con los delanteros y su inteligencia para dirigir. En cuanto al Turu Flores, otro de las posibles alternativas al liderazgo de Fran, acudió puntual a su cita con el gol y apenas se dejó ver durante el resto de la tarde.

La primera parte fue un pelmazo. El Tenerife se agrupó atrás y aunque el Deportivo empezó el partido con un considerable descontrol de su línea defensiva, los de Aimar no supieron sacar el menor provecho.

El Deportivo se contagió de la modorra de su rival y en toda la primera parte apenas pudo crear peligro. Pero se le volvió a aparecer el Turu cuando el Tenerife se aprestaba a recibir el descanso con el miserable empate sin goles ya garantizado. El interés creció en la segunda parte, que comenzó con un clamoroso fallo de Pauleta ante el gol. Con el Tenerife obligado a mudar el signo del choque, el fútbol se tornó más abierto y Djalminha tuvo espacio para sus malabarismos. Las ocasiones de gol se sucedieron como en un carrusel: Ziani falló dos vaselinas solo ante Montoya, Felipe desperdició un mano a mano con Songo"o, Juanele remató cerca del poste y el propio Djalminha envió un balón a la madera. Pero el Tenerife parecía atacar más por obligación que por fe verdadera en el triunfo. Entregado ya al contragolpe, el Deportivo tuvo siempre más peligro y redondeó el marcador gracias al penalti a cinco minutos del final.