Tratado de Gatomaquia

El tratado de Gatomaquia se va a tener que escribir muy pronto. Estudiosos hay que ya están en ello. Y no les va a faltar material. Ayer se dictaron algunas lecciones. Nacerá ese tratado en un mundo en que casi todo está al revés y lo que pasó en el coso es de este mundo y no escapó al aserto. Por lo que no es fácil de teorizar. Una tesis es que el público estaba tan harto de que le tomaran el pelo con los gatos de Alcurrucén, que protestó las orejas, que le dieron a Rivera Ordóñez. Salió a hombros por la puerta fácil de Castellón pero en medio de descomunal bronca. En el capitulo dedicado a los sinfónicos que van a la plaza a pedir ¡músicaaaaa! tampoco entrará el público de ayer que protestó cada vez que sonó el primer acorde. También, había quien aplaudia. Sobre todos aquellos quince mozos que, hartos de aburrida gatomaquia, empezaron a jalear de broma a Rivera su lección con el minino coloraito que salió de sobrero. Rivera dedicó aquello, que debe llamarse faena porque la cobró, a los bromistas. También cobrará el arrimón que se pegó con el inválido segundo, otro colorao tan parecido a Dolly como si fuera clon. Clónicos eran los que le tocaron al voluntarioso Vicente Barrera, que estuvo descompuesto toda la tarde.Quien no podrá entrar fácil en el tratado de Gatomaquia es Uceda Leal si sigue con el sitio y el temple que demostró. Toreó con gusto al tercero, el de mejor presencia, en tarde en que el listón estuvo siempre a ras de suelo. Lo fue metiendo en la franela con mando y le sacó faena con pasajes vibrantes. Al que que cerraba plaza le hizo faena de aliño porque el animalito tomaba debilucho la muleta.