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La "piqueresca"

LUIS GARCÍA MONTERO El ministro Piqué no quiere hablar de su vida privada cuando se le pregunta por las extrañísimas ayudas que ha repartido el Ministerio de Industria y por las turbias componendas de las empresas Ercros y Loreto Consulting, muy ligadas a su honra y hacienda. El alcalde de Granada se hace el tonto cuando se le pregunta por los disparatados acuerdos financieros a los que llegó su concuñado, director del servicio de economía del Ayuntamiento, con la empresa recaudadora Recursos Camerales, que decidió cobrarse las facturas por su mano, sin pasar por el control ni por las arcas del municipio. Según nos enseñó La Celestina, la realidad es un caos, una lucha a muerte por la supervivencia familiar, y el alcalde quiere regalarle todas las culpas al concejal Pedro Revilla, que no es ni su hijo, ni su hija, ni su concuñado, ni su yerno, figuras principales en los nuevos baremos granadinos de contratación. Otra vez está marcada la vida política del país por las acusaciones de corrupción y por el mal olor de las amistades peligrosas. El PSOE, que sufrió en sus últimos años de gobierno una oposición pendenciera, decidida a sacar todos los trapos sucios a la calle, quiere devolverle las corrupciones al PP y no le perdona la más mínima trápala. Hay quien pide tranquilidad y prudencia, para que el ambiente de la política española no vuelva a hacerse irrespirable, pero yo creo que los socialistas están en su papel, no por venganza, sino porque la oposición tiene el deber de vigilar y denunciar los hurtos y los negocios ambiguos de los gobernantes. Es el PP el que no tiene derecho ninguno a guardar silencio, escudado en los antecedentes penales de sus adversarios. Sustituir el "váyase, señor González" por el "cállese señor Borrell, que ustedes también robaron", sólo sirve para degradar definitivamente la actividad política y para convertir a los partidos en un subgénero enquistado de la literatura picaresca, o piqueresca. Las acusaciones, las muy razonables dudas, no se pueden solucionar con silencios, querellas o demandas civiles, sino con comisiones de investigación que le demuestren a los ciudadanos que el Parlamento sirve para algo. La primera comisión de investigación eficaz de nuestra historia se llamó La vida de Lazarillo de Tormes. Casado sin deshonor ni vergüenza con la manceba del arcipreste de San Salvador, Lázaro tuvo que dar explicaciones: "Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso". Y no tuvo más remedio que hablar de dinero y de su vida privada, porque el hambre y la necesidad son las grandes maestras de la Historia. La intimidad surge junto al secreto de la ganancia. La cuestión es que los pícaros aprendieron a engañar para sobrevivir, para huir del hambre, y los políticos trapisondistas de hoy, entre comisiones, empresas y consultorías, arriesgan su fama en el tablero de la fortuna para multiplicar sus cuentas millonarias y sus negocios familiares. Por eso conviene distinguir entre picaresca y piqueresca. El viaje al centro de Piqué se ha convertido en un verdadero viaje hacia el descrédito político de la derecha de siempre: la piqueresca.

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