"A la Iglesia vasca le ha faltado compasión con las víctimas"
El jesuita Alfredo Tamayo Ayestarán (San Sebastián, 1924) siempre se ha distinguido por plantar cara al fanatismo. El mismo que durante el franquismo le requisó el pasaporte por acudir a las cárceles a visitar presos. Por eso dice que le subleva observar la "impunidad en la que se mueven los que siembran el pánico de las calles del País Vasco". Habla desde la libertad que otorga el conocimiento. Es doctor en Teología por la Universidad de Innsbruck (Austria), en Filosofía por la Universidad Complutense y director y fundador de la Escuela de Teología de la Universidad de Deusto de San Sebastián. Pregunta. ¿Hasta qué punto los fundamentalismos son una amenaza para la sociedad? Respuesta. Entre los grandes problemas del siglo XXI, el fundamentalismo es uno de los más graves. Es una especie de cáncer o sida del tejido social. Es el enemigo número uno de la armonía entre los pueblos por su carácter agresivo, violento y monotemático. Además, el fundamentalismo religioso es el matriz de todos esos fanatismos. P. ¿Cuál es el más peligroso de entre los religiosos? R. Todos ellos los son. La religión tiene un lado positivo, pero en su parte negativa esconde el fanatismo, entendido como la defensa de las ideas con irracionalidad. No tenemos más que fijarnos en el islámico, el hindú, el cristiano en Serbia o en Irlanda. Existen también formas más mitigadas en algunas asociaciones u organizaciones religiosas neoconservadoras. P. ¿Piensa que en los nacionalsimos se esconde algo de ese fundamentalismo? R. Hay un nacionalismo que no creo que tenga nada que ver con el fanatismo. El nacionalismo vasco ha tenido personajes tolerantes y democráticos como José Antonio Aguirre, Jesús María Leizaola, Ajuriaguerra o Irujo. Sin embargo, creo que, tanto entonces como ahora, hay formas fanáticas de nacionalismo que cuadran perfectamente con el esquema del fundamentalismo, como la estrechez de miras, la ignorancia de la historia y el refugio en el mito y la conversión. Esto produce altísimos niveles de intolerancia. Acostumbran a dividir el mundo entre ellos, que son los malos y los enemigos, y nosotros, los que estamos en la verdad y tenemos razón. El nacionalista a ultranza adopta una actitud de contraataque y se siente siempre como una víctima. Es típico del carácter fanático la falta absoluta de humor, bien para cuestionarse un poco a sí mismo o para reírse de uno. Otra característica del fanático es la pobreza afectiva. Es una persona que vive de ideas y le falta contacto real con la vida P. ¿En la radiografía social de Euskadi habitan muchos fanáticos? R. Los tenemos entre nosotros. En nuestro país hay bastantes enfermos de fanatismo, que es muy difícil de curar. Si le haces frente se exarcerban más. El fanatismo tiene solución a la larga y se podrá solucionar con educación desde las escuelas. Tendrá que ser desde un lugar donde enseñen a ser crítico y no a creerte en posesión de la verdad absoluta. P. ¿Qué opinión le merece el pepel que está jugando la Iglesia vasca? R. He venido observando en la Iglesia vasca cierta falta de compasión con las víctimas del terrorismo. Eso es algo que viene de lejos. Las víctimas del terrorismo han tenido funerales rápidos y vergonzantes. Es verdad que se han condenado los crímenes del terrorismo, pero ha faltado corazón y verdadero sentimiento. Me parece que no han sido sentidos como nuestros muertos, sino como los muertos del otro lado. Falta cierto grado de compasión. Me dolió mucho que en la primera eucaristía pública por las víctimas del terrorismo [hace dos semanas] sólo estuviéramos una pequeña representación de sacerdotes. Eché de menos una mayor presencia. Pienso que hay cierto grado de fracaso en la Iglesia vasca a lo largo de todos estos años. P. ¿Qué le parece la idea de crear una diócesis vasca unida? R. Para mí es un problema secundario. Me parece mucho más importante preocuparse por la reconciliación de la sociedad.Muchos de los familiares de las víctimas del terrorismo se consideran extranjeros en esta Iglesia. Otro gran problema es la escasez de vocaciones sacerdotales o el descenso de la fe. Si constituimos una provincia eclesiástica o no, es algo secundario. P. ¿Cree usted que la Iglesia se desconecta cada vez más de un amplio sector de la sociedad al posicionarse en contra de la utilización de los preservativos? R. Los católicos que pertenecemos a la Iglesia tenemos un pasado bastante negativo en torno a todo lo relacionado con el sexo. Hicimos del pecado sexual un pecado central. Es una aberración haber hecho esto. Por eso pienso que, sencillamente, nos deberíamos callar en problemas de sexo. La Iglesia en su predicación debería insistir en cosas que evangélicamente son más importantes, como puede ser la unión entre los pueblos, la opresión de las víctimas, el maltrato de niños o mujeres. En el Evangelio el problema del sexo no tiene ninguna relevancia. Jesús insiste en atacar la codicia, el afán por el dinero, y en predicar que estamos llamados a formar una gran familia. P. ¿El nombramiento del cardenal Rouco como presidente de la Conferencia Episcopal supone más conservadurismo? R. El Episciopado español es excesivamente sumiso a las directivas del Vaticano. Es gris y apenas tiene ideas propias.
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