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El triste destino de los poetas

El destino de muchos poetas ha sido la pobreza y el odio de sus semejantes. A pesar de esta triste condición, los poetas siguen haciéndose oír. La Universidad Internacional Menéndez y Pelayo reunió ayer en la plaza del Triunfo de Sevilla a varios de ellos. José Antonio Muñoz Rojas, Pablo García Baena, Fernando Ortiz y Manuel Ángel Vázquez Medel rindieron ayer tributo a otros dos poetas, Luis de Góngora y Fernando de Herrera. Los escritores que les homenajearon compartían el mismo origen andaluz y serán desafortunados si comparten unas existencias tan complicadas como las de Góngora y Herrera. El clérigo don Luis de Góngora "era hombre de mundo y hasta de demonio y carne", recordó García Baena. Su vida pasó por corredores sombríos de durísima miseria. El cordobés Góngora llegó en sus peticiones a los poderosos hasta los límites más humillantes. Esa España barroca del siglo XVII que se desmoronaba hacia el vacío no trató bien al autor de las Soledades. Tampoco Herrera -que vivió en el siglo XVI- tuvo mejor suerte. Lo poco que se sabe de la vida de este sevillano hiede a soledad y fracaso. García Baena, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, habló de Góngora ante medio centenar de personas. El poeta y ensayista Vázquez Medel abrió con una conferencia sobre Herrera el encuentro dedicado a La tradición poética andaluza vista desde la creación. Muñoz Rojas, Premio Nacional de Poesía, dirige el encuentro. Fernando Ortiz es el secretario de esta serie de conferencias que concluye mañana. García Baena recordó a un Góngora pobre y orgulloso que hizo de su obra una creación casi demiúrgica. "Góngora rehizo la naturaleza, no le bastó la belleza neta del paisaje y lo hizo instrumento bullente del arte. Todo respira, late, vive como en el primer día de la creación", explicó García Baena. Ese hombre "de arrogancia nobiliaria" que se mofaba de las ínfulas aristocráticas de Lope de Vega tenía que convivir con el día a día de las necesidades cotidianas. Ese "demonio arisco que ríe entre negruras" desapareció en medio del olvido. Tres siglos después de su muerte, en 1927, un grupo de jóvenes lo enarboló como bandera para intentar arrojar de sus sitiales a los poetas consagrados. Rafael Alberti proclamó a Góngora "general en jefe para dar la batalla". Pero los poetas de la generación del 27 "tomaron el rábano por las hojas", lamentó García Baena. Utilizaron al escritor cordobés como "vanguardia" sin comprenderlo. "Góngora es la música inmutable de las esferas, el discurrir gradual de un dios. Por eso, asusta tanto acercarse a su soledad y nos quedamos en lo aparente, en el brillo. Los poetas del 27 se acercaron a él como la mariposa a la luz", concluyó García Baena. El sevillano Herrera no tuvo mejor suerte. "En su propia ciudad natal no encontró ningún valedor", dijo Vázquez Medel. Quizás sea el destino de los poetas. Vázquez Medel recordó el poema de Herrera sobre la batalla de Alcazarquivir, una espantosa carnicería que llevó a la muerte al rey portugués Don Sebastián y envolvió a su país con el sueño imposible del retorno del monarca hasta pleno siglo XX. Vázquez Medel contó que el gran poeta portugués Fernando Pessoa se imbuyó de este sueño, el sebastianismo, en su vida solitaria. Sin embargo, no recordó que en Alcazarquivir murió uno de los más grandes poetas de la lengua española, Francisco de Aldana. Triste destino el de los poetas.

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