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Las disparidades económicas entre los 'grandes' de la zona euro dificultan la tarea del BCE

Los agoreros tenían algo de razón. Las diferencias económicas en la zona euro, especialmente entre sus dos pesos pesados (Alemania y Francia), dificultan la labor del Banco Central Europeo (BCE). Alemania presiona para que baje los tipos de interés y reactive así su economía, pero la mayoría de sus socios no comparten ese interés por una medida que acentuaría la caída de la divisa común con el dólar. Desde que empezó a cotizar ha perdido un 9%, y si esta devaluación no preocupa aún desde un punto de vista económico, sí merma el lustre la moneda recién nacida.

Los detractores del proyecto euro advirtieron que no bastaba con los famosos criterios de convergencia previstos por el Tratado de Maastricht para eliminar las disparidades entre las economías de los once aspirantes a ingresar en la moneda única. Los defensores replicaban que no revestía gran importancia si las economías de algún país periférico, como, por ejemplo, Irlanda o Finlandia, divergían siempre que el núcleo central convergiese."Algunas partes del área del euro parecen divergir en cierta medida", se lamentó el jueves el presidente del BCE, Wim Duisenberg. "Eso hace que nuestras evaluaciones y nuestros juicios resulten más difíciles", añadió. Las "partes" a las que se refería Duisenberg son nada menos que Alemania y Francia. El primero, que representa un tercio del PIB de la zona euro, vio cómo el ritmo de crecimiento de su economía descendía en el último trimestre del año pasado. En Italia, tercera potencia del área, el crecimiento fue de tan sólo 1,4% en 1998, más de un punto por debajo de la previsión oficial.

En Francia, en cambio, el PIB crece con fuerza y su economía está mostrando un dinamismo casi similar al de España, los Países Bajos, Irlanda o Finlandia. Los generosos convenios salariales suscritos en Alemania con la función pública y el sector del metal ahondarán aún más estas discrepancias coyunturales.

El BCE se encuentra ante un dilema. ¿Debe hacer una política monetaria que favorezca a Alemania e Italia o a los demás integrantes del euro? "Esta disyuntiva refleja la dificultad intrínseca del proyecto euro en el que se han querido equiparar las paridades sin hacer otro tanto con el sustrato económico, es decir la armonización fiscal o la regulación del mercado del trabajo", afirma Pedro Fernández de Santaella, responsable de los mercados de capitales del sur de Europa de Bankers Trust en Londres.

"Si aún perdurase el marco, el Bundesbank habría reaccionado con fuerza al acuerdo salarial recortando los tipos hasta un 2,5% o un 2%", asegura Cesar Molina, coordinar de renta fija para Europa en Merrill Lynch. "Pero el BCE nada entre las dos aguas con un tipo de interés más alto que el que Alemania desearía y por debajo del que deberían tener España o Italia".

El ministro alemán de Finanzas, Oskar Lafontaine, ha reiterado hasta la saciedad la necesidad de rebajar los tipos a corto plazo por debajo del 3%. El BCE desoyó el jueves su petición y Duisenberg manifestó incluso su desaprobación por los comentarios públicos del ministro.

La fortaleza de EEUU

"Esta contraposición de intereses en la unión monetaria explica, junto con la fortaleza de la economía de EE UU, la debilidad del euro" frente al dólar, asegura Fernández de Santaella. El 9% de devaluación de la moneda europea desde que empezó a cotizar no preocupa por ahora desde un punto de vista económico, aunque sí políticamente. "El euro es un poco la tarjeta de visita de Europa y ésta queda ahora algo deslucida", reconoce un alto funcionario en Bruselas.

"No es que el euro flojee, es que el dólar está fuerte", matiza Molina. "Si calculamos, a través del euro, la cotización del marco alemán con relación al dólar observamos que hace un año la divisa estadounidense era aún más potente". El viernes cerró a 1,082 dólares por euro y algunos analistas consideran que su suelo sicológico es de 1,05 porque por debajo quedaría prácticamente equiparado al dólar. Para la mayoría de los expertos tampoco son excesivamente inquietantes las distorsiones coyunturales entre las economías de Europa continental. Francia y Alemania están tan imbricadas que sus ritmos de crecimiento, ahora divergentes, no tardarán en acompasarse y el euro puede perfectamente sobrevivir si en algunos pequeños países periféricos como Finlandia o Irlanda persisten las diferencias.

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