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Los trabajadores ganan la apuesta

Alejandro Bolaños

En la fábrica Aceitunas y Conservas (Acyco) de Dos Hermanas (Sevilla), es fácil dar con la última premiada por el Instituto Andaluz de la Mujer en el apartado de proyectos empresariales. "¡Mari, búscame a Encarna, que tiene visita!", grita al teléfono el encargado de la puerta de acceso. Son las diez de la mañana y Encarnación Poto Monje, aún afiliada a UGT, ya lleva cuatro horas al pie del cañón, o lo que es lo mismo, al mando de la empresa, de cuyo consejo de administración es presidenta. "Suena a cuento de hadas, pero ésta es la única manera de hacerlo". En 1994, la envasadora de aceitunas, entonces empresas Villamarín, inició un expediente de cierre y la mitad de la plantilla (132 socios) optó por una huida hacia adelante: compraron la fábrica. Apenas cinco años después, Acyco factura casi 3.000 millones de pesetas al año y tiene contratadas a 216 personas, el 80% mujeres. "Hay que dar ejemplo" o "un presidente tiene que conocer al menos el 10% de lo que pasa en cada departamento", son las razones que esgrime esta mujer de 51 años para explicar y explicarse su larga jornada laboral. "Me vi en la calle con 47 años", recuerda la presidenta de Acyco, que entró en la fábrica como envasadora con 15 años. En 1994 era jefa de línea. El comité de empresa recurrió a su experiencia en litigios laborales para encabezar las negociaciones con la dirección. "Sabíamos que era viable", asegura Encarnación Poto. La sociedad estaba en un momento crítico: las deudas eran muchas y los bancos se habían convertido en propietarios de los terrenos y de la maquinaria. La oferta de los trabajadores resultó irresistible: 120 millones por las marcas y 105 a los bancos por el alquiler de las instalaciones. "Los que apostamos por esto tuvimos que poner nuestras indemnizaciones y las ayudas por desempleo", detalla Encarnación Poto, que saca conclusiones: "Quién no lo hizo está ahora en paro". El consejo de administración, formado por ocho personas, consiguió ayudas del Ayuntamiento, de la Dirección General del Cooperativas y del Instituto de Fomento Andaluz (un crédito de 600 millones de pesetas) y Acyco sacó la cabeza del mar de deudas. "Lo devolvemos religiosamente", afirma la presidenta que reniega de subvenciones a fondo perdido: "Algunas empresas parecen agujeros de comer dinero". Que la fábrica era viable, como intuyeron algunos trabajadores, es evidente ahora. Ya no sólo envasa aceituna. También distribuye otras conservas vegetales como espárragos, alcachofas o guisantes. El 40% del mercado sigue siendo nacional, pero el resto de sus clientes se encuentran diseminados en 35 países, sobre todo en Francia, Italia y Estados Unidos. Las instalaciones, con medio siglo a sus espaldas. se han quedado anticuadas. La buena marcha de Acyco ha permitido al consejo buscar una solución para ganar rentabilidad: una nueva fábrica. "Estará el año que viene", avanza la presidenta. La nueva envasadora se alzará en un terreno de 32.000 metros cuadrados, también en Dos Hermanas y su construcción le costará a la sociedad 1.500 millones. ¿Y de dónde saldrán los cuartos? De fondos europeos (400 millones), y de la venta del solar que ahora ocupa Acyco. "Levantamos las hipotecas de los bancos y ahora el terreno es nuestro". La presidenta de Acyco es una apasionada defensora de la economía social -asesora iniciativas cooperativas-, pero también de que "el portero es el portero y el director general, el director general". Y lo dice con conocimiento de causa. Su marido y sus tres hijos- "que valen una jartá", dice- han sido los principales damnificados de sus nuevas responsabilidades. "He dejado de ser madre y de ser esposa para convertirme en amante de la fábrica", asegura.

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