Amor
MIQUEL ALBEROLA El consejero de Presidencia, José Joaquín Ripoll, ha recurrido al amor para argumentar la contratación de su mujer como responsable de Relaciones Institucionales de la Universidad Miguel Hernández de Elche por parte del rector, quien logró tan magnífico cargo por designación del Consell del que él mismo es portavoz. Lo cual, en medio de la apoteosis de cemento portland, los codazos por el botín y el tumulto de gente que se salva como puede, aporta una nota de calidad al asunto. Algunos miembros del Consell ya se permiten concesiones líricas tras el sosiego que confiere la mayoría parlamentaria obtenida en virtud de otros amores propios (Garés, García Blanes). Dijo que iba aprovechar la pregunta sobre el caso para hacer una declaración de amor, y se deshizo en elogios sobre la capacidad y el meritaje de su señora. Para rematar que ella es lo más importante que le ha pasado en la vida y que sin ella no hubiese llegado a consejero de Presidencia. Cosas que nadie duda ni discute. Ni siquiera Zaplana, que no desconoce y valora la influencia de pitonisas a sueldo (Maruja Sánchez) como las que tiene en nómina el alcalde de Benidorm. Ripoll prefirió este semidesnudo sentimental que roza con el rubor y se queda a un palmo del show de la realidad antes que dar la cara en una cuestión que quizá sea legal y lícita, pero que es fea y ridícula hasta la médula. No se le escapa del todo al consejero esta dimensión, por eso optó por la tangente aun a riesgo de abrir una brecha en su intimidad. Sin embargo, la evasiva suministra información muy precisa sobre la escasez de argumentos para capear la situación y salir airoso. Ser congraciado con un regalo (público) por quien ha sido premiado en nombre del Consell al que se pertenece es de un espesor humano formidable, pese a que se anteponga el estado de embriaguez emocional, que se supone que es el amor, como atenuante. El amor ha sido lo que ha movido el mundo, sin duda, aunque siempre hay quien se le pone la piel de la billetera de gallina de la efusión y acaba zampándose la perspectiva. Puede que el rector también haya obrado por amor. Al cargo, a la deferencia que el PP tuvo con él. Después de todo, ¿tiene pinta Ripoll de estar ahí sólo por el sueldo?
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