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Asuntos del corazón

ENRIQUE MOCHALES Destapemos el cubo de la basura de Latinoamérica. Encontraremos al FBI y a la CIA. Eso sí, como son sus propios agentes los primeros en reconocerlo, no quedan tan mal. Siempre pueden argumentar que los EE UU enseñan al cabo del tiempo su propia mierda, porque tienen corazón. Cuando el asunto del viejo Pinochet empieza a aburrir a la opinión pública, se sabe que el FBI colaboró en la Operación Cóndor. Muchos teníamos ya esa corazonada. Pero ahora la actualidad está centrada en cuestiones más cardiovasculares, como las fotos de Mar Flores y el conde. Por fin tenemos villano. Se llama Matamoros, aunque algunos le llamen Matamares. Otros le dicen "hombre de paja". La intriga, el thriller del corazón está servido. Me pregunto si detrás de las fotos no estará la organización Elektra, o la organización Octopus, enemigas de James Bond. No me van a negar que no resulta un poco sospechoso que el famoso agente con licencia para matar aparezca ahora por el Guggenheim, coincidiendo con esta conmoción nacional. ¿Será la duquesa de Alba una reencarnación del Doctor No? ¿Se puede comparar al conde Lecquio con un negativo de James Bond, que espiaba las embajadas para sacar tajada de los líos ajenos y que fotografiaba a sus amantes con cámara oculta? Preguntémoselo al FBI o a la CIA, al Mossad o al Cesid, o al propio servicio de inteligencia vasco, cuyos agentes no han conseguido un papelito en la película ni siquiera de extras. El carnaval ha terminado, pero el mundo sigue de carnaval. Lo del híbrido de la prensa del corazón con la prensa amarilla huele, lo mismo que un nido de espías o un conflicto internacional. Cada vez el corazón se asemeja más a un cubo de la basura, con residuos biológicos en estado de putrefacción. Qué tufillo se queda adherido en los dedos al pasar la página de ciertas revistas. Memorables fueron las palabras de aquella arribista, mejor no especificar quién era, que, al preguntarle su profesión, dijo aquella genialidad: "Mi trabajo es esto del corazón". Pero, ¿de qué corazón hablaba? ¿No sería mejor referirse, en la mayoría de los casos, a la ausencia de corazón? Por fin Mar Flores ha triunfado. Por su parte, Lecquio ha sido el gran perdedor. El vulgo quiere su cabeza, y opina que la mejor guillotina es el destierro. Matamoros, de pronto tan famoso, queda como un personaje indigno, microscópicamente acreditado. No lo ha hecho por dinero. Su corazón se lo ha dictado. Qué mundo. Sigamos con los temas del corazón. Lo de Pinochet cada vez interesa menos, es un tema que aburre, y lo del FBI colaborando con la Operación Cóndor ha pasado como una ridícula noticia del montón, sin pena ni gloria, porque ya tenemos archisabido cómo son estos norteamericanos, guardianes de su mundo. ¿Y Clinton? ¿Acaso lo de Clinton y la Lewinsky no podría calificarse también, en cierto modo, como un asunto del corazón? Miren que a estas alturas, bajo ese denominador común se pueden englobar muchos temas, las pruebas las tenemos a la vista, el corazón puede ser cualquier cosa. Después de un escándalo de dimensiones mucho mayores, de dimensiones imperiales, en comparación con el de Mar Flores y el conde Lecquio, el bueno de Clinton ha salido no culpable, aunque parece que su credibilidad ha resultado un poco tocada. Pero él es todo corazón, véase su política internacional: "Paz y amor". Deberíamos tomar ejemplo, y declarar no culpables a Mar Flores, al Matamoros, ni siquiera al Lecquio. Seamos magnánimos y pensemos que no son culpables ellos, sino las circunstancias a las que por cierto, de alguna forma, nosotros, el público, les hemos aupado. No obstante, este catorce de febrero el pobre de San Valentín estaba que no levantaba cabeza. Yo he llegado a la conclusión de que todo puede ser cuestión de corazón, pero que el corazón no queda fotogénico en la prensa, ni en los telediarios. Ni siquiera ver en la tele a dos mil parejas de bielorrusos besándose para batir un récord me ha hecho cambiar de opinión.

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