Legítimos, legales...

Hace poco más de veinte años, en julio de 1978, tuve una hija, y fui a inscribirla. Me dieron un formulario, en el que se inquiría sobre el neonato, sexo, lugar de nacimiento, etcétera, pero en uno de sus renglones encontré una pregunta: "¿Legítima o ilegítima?". Estaba rellenando el impreso de forma rutinaria, pero ante aquella inquisitorial pregunta me sublevé, escribiendo: "No le importa eso, aparte de que no se debía ni preguntar".El cuestionario, al que debía responderse con monosílabos o cruces, lo entregué en el Registro. El funcionario encargado de su admisión, cuando leyó aquello, puso el grito en el cielo, cogió un globo tremendo y quiso rechazármelo por haberme salido del reglamento. Tuvimos una trifulca, y como me obstiné en entregar aquello tal y como estaba, me remitió al secretario de aquel juzgado, el cual se alineó con su subordinado, eso sí, admitiendo el impreso, pero con veladas amenazas contra mí de que me atuviera a las posibles consecuencias de aquello.

Aún las estoy esperando... Y todo esto viene a cuento por la impotencia que he vuelto a sentir al conocer la discriminación de la sanidad -que también somos todos- contra esos indefensos niños necesitados de auxilios médicos, y por lo visto, como cuento de mi hija, tampoco entraban en el reglamento. ¿Quién tiene potestad para juzgar los legítimos o legales? Ni antes, ni ahora ni nunca. Somos seres humanos, sin calificativos.-