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Pedro del Hierro da una lección futurista en la Pasarela Cibeles

Esteve-Sita Murt y Elio Berhanyer se distinguen por sus terminados

, La Pasarela Cibeles, con las propuestas para el próximo otoño-invierno, no ha sido deslumbrante, pero sí correcta. Ha habido calidad donde realmente existe en su fondo y las evidencias demuestran necesidad de renovación más en la propia costura que se exhibe que en un aparato de organización que debe estar a su servicio. La mayoría de los desfiles estuvieron llenos y las tendencias se entroncan con bastante liquidez con las europeas.

El punto tiene su gran reinado en Cataluña, y Esteve-Sita Murt es uno de sus mejores avales actuales, como demostró en su justa colección tanto en tiempo como en sobriedad y donde apareció el falso negro y un abanico riquísimo de detalles en la concepción del tejido de punto con la inclusión del hilo de acero o de cobre asociado a otras fibras, tanto naturales como sintéticas, para provocar superposiciones en gama y rayados texturados, que eran redondeados por un ejercicio de diseño muy de hoy y donde el sentido de mercado no fricciona con la creatividad más poética: tornasolados, remallados que apoyan la zona de transparencia, el violeta y el gris y, finalmente, un vuelo de sugerencias en el color ladrillo sienés. Felipe Varela continuó con un acierto en sus chaquetas cortas, abiertas y entalladas, que evocaban el hallazgo original de Lanvin, que llamó en su momento prusiana; hubo faldas rodilleras tubo, acolchados, metalizados de potente textura y mucho gris con negro. Varela terminó con una serie imaginativa y sensual de brillo y transparencias que haría las delicias de Casanova.

Elio Berhanyer, tan políticamente correcto como siempre, mostró su incuestionable esmero y su rigor en los terminados, jugando sutilmente con la costura bien hecha y única. Berhanyer no teme el color, y el rojo tomate se asociaba al negro con brillantez para mostrar su solidez convencional; también se vieron largos abrigos en falso cocodrilo y jerséis con puño de visón junto a largas levitas entalladas. Su colección de noche es siempre un sofisticado alcance de salón de buena cuna, donde la riqueza material algo rancia termina por encantar, como sucedió con los terciopelos brocados al tornasol, donde había un aire finisecular y decadente. También desfilaron sin mayores aciertos Valentín Herraiz, María José Navarro, Carmela Rosso y Ágatha Ruiz de la Prada.

El gran momento

Con el desfile de las seis de la tarde llegó el gran momento de esta edición de Cibeles: Pedro del Hierro demostró el oficio de verdadero modista con visión futurista, tanto en la concepción del diseño como en el tratamiento del hombre y la mujer. Para ella se valió hasta de triples tejidos metalizados, poliuretanos sin forro y otros productos químicos cortados, simple y directamente, con su eficaz tijera de oro: el resultado puede ir desde un chubasquero lírico hasta un poncho poslunar. La escenografía de aire arquitectónico ya sugería cómo iba a ser esta ropa, donde el arte de diseñar es el vehículo para corresponder a los complejos tiempos que corren. Del Hierro nos sigue sorprendiendo con cosas para el hombre, como una falda, el tul elastizado o la tela fortuny; y para ellas, un nuevo tul cristal con hilo de cobre o un traje final de hojas de terciopelo que resulta un verdadero ensueño. Con respecto al casting, alrededor del cual hubo una injustificada polémica, destaca claramente la aparición de la norteamericana Michele Hits con su poder sólo comparable a un modelo aerodinámico; nuestra Verónica Blume dando múltiples demostraciones de gracia y profesionalidad, y la prestancia eslava de Adriana Karenbeu. Estos tres nombres ya justifican con creces el trabajo de la organización.

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