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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dopaje y política

LA ESPERADA Conferencia Mundial sobre el Dopaje se cerró con la aprobación de un documento de seis puntos que recuerda más una declaración de buenas intenciones que un texto que aporte significativos avances a la solución de un grave problema. No se pueden eludir las consecuencias que ha tenido, sobre el discurrir de los debates, la atmósfera enrarecida que rodeaba al Comité Olímpico Internacional (COI), principal impulsor de la conferencia, tras los recientes escándalos de corrupción. Samaranch ha tenido que sostener un difícil equilibrio entre lo que debía ser una oportunidad para una reflexión pausada y las tensiones latentes tras los escándalos, que amenazaban con convertir este foro en una polémica sobre el presente y futuro no del dopaje, sino del propio COI. Por tal motivo, la resolución final tiene todo el aroma de un documento de compromiso, ciertamente ambiguo, que da a Samaranch un margen de tiempo para manejar una crisis de consecuencias todavía imprevisibles.La idea inicial de la conferencia era dar la palabra a todas las instituciones para reflexionar sobre el dopaje, tanto en lo que se refiere a organizaciones deportivas como a los propios Gobiernos. Se trataba de involucrar a la sociedad en una profunda reflexión. De alguna manera, así ha sido, aunque la oportunidad del momento ha terminado por sacar a la luz un fenómeno sumergido, cual es la intervención de la política y de los políticos. La intervención más acentuada ha sido la de los países de la Unión Europea, que se han personado con voz propia en los debates y, lo que es más importante, con la intención de intervenir. El momento más conflictivo de las sesiones ha sido la aprobación de la agencia antidopaje, donde la UE ha conseguido sacar adelante que se trate de un organismo independiente hasta del propio COI. Samaranch logró evitar la derrota en el último momento, pues planteaba que dicha agencia debía depender del COI, y obtener un plazo de tres meses para negociar su constitución y estatutos.

Otros aspectos han quedado supeditados al alcance que pueda llegar a tener la creación de la citada agencia. Ha faltado tranquilidad para un debate a fondo. Así se desprende de una definición del dopaje suficientemente ambigua como para evitar mayores problemas: "El empleo de un artificio peligroso para la salud de los atletas y/o susceptible de mejorar su rendimiento, o la presencia en el organismo del atleta de una sustancia que figure en la lista anexa al Código Antidopaje del Movimiento Olímpico". Y también de la aprobación de una sanción de dos años para quien incurra por primera vez en un positivo, pero "con excepciones", que servirán para que determinadas federaciones sigan haciendo su propia política en la materia.

La conferencia no ha supuesto un punto de inflexión sobre el dopaje, pero puede ser el principio de la intervención de los Gobiernos en materias antes reservadas al movimiento olímpico. Será Samaranch, que ha probado su capacidad para los difíciles equilibrios, quien tenga que gestionar en la recta final de su mandato un asunto de esta envergadura.

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