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Francia y Bélgica se unen al intento alemán de reducir las ayudas del Fondo de Cohesión

Xavier Vidal-Folch

Francia y Bélgica se apuntaron ayer al grupo de países reticentes a que los partícipes del euro reciban intactas las ayudas del Fondo de Cohesión y piden que se reduzcan paulatinamente conforme cumplen con el requisito del 90% de renta media comunitaria. La propuesta, lanzada en el Ecofin, es menos zafia y más sofisticada de la que lanzó Alemania en diciembre. El ministro francés Dominique Strauss-Kahn reconoció el derecho de España y Portugal a mantener el Fondo, con lo que se cumple el Tratado, pero apoyó su progresiva reducción como quiere Alemania.

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La propuesta francesa es más endiablada, porque está mejor elaborada técnica y políticamente que las anteriormente presentadas por Alemania. Primero fue el antiguo ministro de Hacienda de Helmut Kohl, el bávaro Theo Waigel, quien sostuvo que había que suprimir lisa y llanamente el derecho de acceso al Fondo a los países que se integrasen en el euro. Le apoyaron los países ricos. El Fondo canaliza entre un 15% y un 20% de las transferencias que España recibe anualmente de Bruselas, y la Agenda 2000 elaborada por la Comisión prevé que reciba un mínimo de un cuarto de billón de pesetas anuales por este concepto.Con la coalición socialista-verde en el Gobierno, Alemania afinó un poco el tiro -buscando reducir los gastos del presupuesto comunitario, para aliviar así su contribución a la carga común-, y el pasado diciembre lanzó la idea de reducir progresivamente el Fondo hasta su total supresión en el 2006, el último ejercicio en que debería regir la Agenda 2000. Desde entonces, Bonn y Madrid han insistido en los intentos de acercamiento en intensas negociaciones. El silencio mantenido ayer por Lafontaine sería su plasmación.

París toma el relevo

Pero alguien tomó el relevo. Fue Strauss-Kahn. Sabe que el Tratado consagra el Fondo para todo país que exhiba una renta media inferior al 90% del promedio comunitario y da la razón a Madrid en cuanto que "la convergencia nominal no es la real". Y que, por tanto, es jurídicamente imposible abolirlo ahora o a plazo fijo, salvo si se reforma el Tratado en una Conferencia Intergubernamental por unanimidad.Por eso, con mayor habilidad, propuso simplemente arañar sus cuantías en función del crecimiento de cada país, lo que sería legal. Es la degresividad o reducción paulatina, pero sin prever una guillotina en el año 2006, como dice Alemania. Con esa fórmula se salvarían las formas, pero también se perjudicarían los intereses de España, Portugal e Irlanda. A este último país, y a la manguera que recibe (que supone una inyección del 4% del PIB, cuando su riqueza relativa se eleva al 88,5% del promedio de la UE) dedicó Strauss-Kahn sus más envenenados dardos, recordando que Dublín agradece tanto apoyo de los Quince con "una fiscalidad baja que provoca la deslocalización [desplaza-miento de unos países a otros] de empresas" desde otros países miembros. España pierde dos aliados importantes que se unen a la banda de los cuatro (Alemania, Holanda, Austria y Suecia) y al Reino Unido. Italia, Dinamarca, Finlandia y Luxemburgo tienen posiciones menos definidas. Grecia, que se beneficia del Fondo, lógicamente también lo apoya.

Ante el encorsetamiento alemán, Francia -en este caso apoyada por Bélgica- ha tomado el relevo en la tarea de formular nuevas propuestas. Ayer vistió políticamente la reducción progresiva del Fondo formando parte de un conjunto de renuncias mutuas que incluiría también la disminución o abolición del cheque británico; el aumento de la escasa contribución italiana al aumentarse el peso de los ingresos en función del producto nacional bruto (PNB) respecto a los generados por la recolecta de un porcentaje del IVA; y el propio "sacrificio" francés, al admitir la rebaja de las ayudas directas al agricultor en algunos cultivos.

Doble intención, replican los españoles, porque se trata de sectores como los cereales, en que Francia es muy competitiva, y reducir las ayudas a todos desembocaría en expulsar del mercado a los productores de otros países, como Alemania, acostumbrados a precios altos y ayunos de estructuras productivas y comerciales tan modernas como Francia.

Lo cierto es que desde los puntos de vista legal y político la propuesta no parece monstruosa: otra cosa es su perspectiva filosófica y el perjuicio económico que cause. Por eso Rodrigo Rato se opuso. "No es una de las opciones que se plantean con posibilidad de llegar a un acuerdo", contestó. Pero sin furia, como con cierto alivio. "Ahora discutimos de cantidades, no de la existencia del Fondo de Cohesión", constató. ¿Significa eso que el Gobierno está secretamente dispuesto a realizar concesiones en términos de cantidades?

Aprobado el plan de Italia

Cumpliendo el manual del buen negociador, el vicepresidente económico apeló al secreto para no desvelar los términos del toma y daca que se está fraguando. Y con cara de póker aseguró que la verdadera negociación se plantea entre capitales, no todavía en el Ecofin. La partida sigue pues aparentemente casi como estaba. Pero con Francia y Bélgica decantadas, por vez primera, en el campo de los críticos -aunque sin brutalidades- contra el Fondo. Los ecofines aprobaron los planes de estabilidad de Portugal, Italia, e Irlanda -hasta el 2001 o el 2002- y los de convergencia de Suecia y Reino Unido. Los ministros suavizaron los textos de la Comisión, que a ojos del secretario de Estado portugués, Fernando Teixeira Dos Santos, demuestran que "está presa de un fundamentalismo insaciable". Los ministros discutieron la futura presidencia del Banco Europeo de Inversiones, para la que España sostiene la candidatura del socialista y ex ministro de Hacienda Pedro Solbes.

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