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Tribuna
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Hussein de Jordania

Emilio Menéndez del Valle

Jordania dispone de uno de los sistemas políticos más abiertos del mundo árabe. Se puede argumentar que no es comparable a una democracia occidental, lo que es verdad de Perogrullo, puesto que Jordania no es Occidente. Es asimismo posible sostener que tal hecho no constituye un hito, dado que el panorama político del mundo árabe es desolador. Correcto, pero el impulso democratizador, controlado y dirigido durante los últimos años por el rey Hussein -aunque con topes y límites fijados de antemano- es innegable. Cabe aducir que el monarca que desaparece decidió acometer la empresa porque vio las orejas al lobo: crisis económica galopante, agitación social, ascenso del fundamentalismo islámico a raíz de la derrota árabe frente a Israel en la guerra de 1967. ¿Y si así fuera? Las circunstancias eran similares para la mayoría de los Estados árabes, pero el camino iniciado por el soberano hachemí no lo siguió prácticamente nadie. disponía del poder absoluto y lo ha ido relativizando. Creo que hay motivos de crítica pero también fundadas razones para el elogio, en especial si consideramos el proceloso mar de la políticia árabo-islámica. Hace tres semanas, consumido ya por la enfermedad, el rey declaraba a la CNN: "He sido siempre un fatalista y siempre he pensado que hay un comienzo y un final de la vida". Hay que tener en cuenta, no obstante, el contexto en el que tales manifestaciones fueron efectuadas, el difícil trance de la decisión que estaba cavilando: cesar a su hermano Hassan, príncipe heredero durante décadas, para sustituirlo por su hijo Abdalá, hoy confirmado como futuro rey.

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Fatalismo, predestinación, resignación, son caracteres configuradores de la cultura musulmana, pero con distinta fuerza y no en todas las épocas. No lo fueron de manera plena durante los tres primeros siglos del islam y muchos se han esforzado en el siglo XIX y a lo largo del presente en arrinconar la faceta determinista. La coexistencia de una y otra posición es facilitada por el propio Corán, que es ambivalente y que permite acogerse a la versión de la predestinación ("¡Glorifica el nombre de tu Señor, el Altísimo, que ha creado y dado forma armoniosa, que ha determinado y dirigido!", sura 87/1) o a la dinámica y transformadora ("Dios no cambiará la condición de un pueblo mientras éste no cambie lo que en sí tiene", sura 13/11).

Creo que con su autocalificación como fatalista, Hussein de Jordania se limitaba a asumir que su vida había llegado a su término. De acendradas convicciones religiosas, no ejerció nunca de Príncipe de los creyentes y desde luego un hombre que se hubiera sentido permanentemente determinado por el fatum no habría podido erigirse en activo unificador de las distintas comunidades y sensibilidades que pueblan Jordania. Un país en gran medida virtual, no sólo por la acción del tiralíneas colonial británico, sino también por la pérdida de Cisjordania y de Jerusalén Este tras la guerra de los seis días.

Hussein... ¿conciliador tardío, modernizador insuficiente? En cualquier caso, mago que se saca un país de la chistera, político de especial olfato, estadista casi sin Estado que sabe convertirlo en clave de un proceso de paz israelo-palestino. Cabe imaginar su dolor por abandonar este mundo sin ver concluido tal proceso, hoy bloqueado por la intransigencia del actual primer ministro israelí. El otro proceso empujado por , el interno, se enmarca en el optimismo histórico aireado en el pasado siglo por los reformadores islámicos, que partían de la sura coránica 3/110: "Sois la mejor comunidad humana que jamás se haya suscitado: ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Dios".

La tradición racionalista y humanista, combatida durante siglos por el despotismo político musulmán, ha sobrevivido a pesar de todo, haciendo bueno el dicho de Fátima Marnissi: "Tener un brazo amputado no es lo mismo que nacer sin brazo". Que el desasosiego y la incertidumbre -la orfandad no querida- que abruman hoy a tantos jordanos se disipen lo antes posible dependerá de que los sucesores se sirvan del brazo restante para desarrollar el cuerpo político y social jordano.

Emilio Menéndez del Valle es representante de la oficina de ayuda humanitaria de la Comisión Europea (ECHO) en Oriente Próximo.

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