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Reportaje:

Castigados por el contagio

Políticos, jueces, médicos, científicos, abogados, asociaciones de consumidores, fantasmales defensores de los pacientes, periodistas, hospitales y hasta religiosas han tenido un papel relativamente destacado en una película cuyo papel principal está siendo desempeñado por centenares de personajes desdibujados, seres anónimos que, paradójicamente, se han convertido en espectadores, sin rostro ni palabra, del drama que ellos mismos sufren y protagonizan: Son los perjudicados por el brote de hepatitis C. Su número fue creciendo, de manera tan paulatina como constante, desde el estallido de la crisis. Unos pocos en enero (trabajadores de Telefónica), algunos más en febrero (empleados de Iberdrola), 54 en abril (casi todos pacientes operados en la Casa de Salud), 60 de distinta procedencia en mayo. Ahora, según las cifras aportadas por la Consejería de Sanidad, son 171. 171 portadores del virus de la hepatitis C que fueron intervenidos por Juan Maeso y tienen su mismo genotipo, el 1A; 171 personas que fueron anestesiadas antes de dar a luz o ser operadas de una lesión en la rodilla que entraron en un hospital y, de manera sorprendente, salieron acompañadas por el virus de una enfermedad de descubrimiento reciente, desarrollo incierto y tratamiento poco efectivo. 171 hombres y mujeres, en definitiva, que descubrieron cómo había cambiado su vida al saber que en su organismo habitaba el virus de la hepatitis C. Profunda indignación Manuel, nombre supuesto, es uno de ellos. Operado en cinco ocasiones en la Casa de Salud, anestesiado en cada una de ellas por Juan Maeso, es portador del virus y su genotipo es el del facultativo imputado. Su denuncia está siendo investigada en el juzgado, pero su indignación no se puede combatir por la vía penal: "Había superado tener la hepatitis C, que creía procedente de una transfusión, pero hace un año me sometí a nuevos análisis y se supone que se debe a la mala praxis de un médico, eso te produce una profunda indignación". Manuel extiende sus críticas hacia los políticos: "Uno se siente olvidado. Ahora se va a constituir una comisión parlamentaria para ver quién gana la disputa política y todos olvidan a quién representan. Queremos saber qué sistemas de seguridad van a implantar en el futuro, en eso no podemos tener paciencia". Manuel ha optado por seguir un tratamiento homeopático dadas las referencias que tenía de los efectos secundarios del interferón", el tratamiento más seguido para combatir la hepatitis C. Las vivencias de Manuel son similares a las de los cientos de personas -hay 171 casos relacionados con Juan Maeso, pero cerca de 500 denuncias en el Juzgado de Instrucción número 5 de Valencia- que de la noche a la mañana tuvieron que someterse a análisis, corrieron alarmados a consultar el alcance médico de la enfermedad, se pusieron en manos de alguna asociación de consumidores o contrataron a un abogado para intentar, en la vía civil y penal, ser resarcidos del injusto e inmerecido castigo al que habían sido sometidos. Ellos y sus familias están pagando una negligencia médica, un comportamiento supuestamente delictivo o un garrafal error en el sistema sanitario, algo que tal vez nunca llegue a determinarse. Pero lo bien cierto es que son portadores del virus de la hepatitis C. Su historia tiene ribetes dramáticos pese a los inciertos efectos del virus, pero fueron miles las personas que padecieron días de incertidumbre. Inicio del calvario Las mujeres que dieron a luz desde 1995 en el Hospital Maternal de La Fe y no recordaban el anestesista que les intervino, el paciente que fue operado en la Casa de Salud o el hombre cuyos dos hijos pasaron por los quirófanos de ese centro privado. ¿Seré portador del virus de la hepatitis?, se preguntaban. La mayoría, no, afortunadamente. Vivieron jornadas de intranquilidad y desasosiego hasta que consiguieron su respuesta. Su calvario acabó ahí, justo cuando no hacía sino comenzar el de otros. Los contagiados (perjudicados, en la jerga legal) tuvieron que reaccionar. Eran portadores del virus de una enfermedad cuya existencia desconocían, pero su faena era triple: reponerse anímicamente del golpe, someterse al tratamiento médico adecuado y exigir responsabilidades por lo sucedido. En ello están.

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El año del virus de la hepatitis C
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