_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Razón de gobierno

Antonio Elorza

Felipe González era otra cosa. Aunque estuviera ofreciendo a la opinión pública un saco cargado de sapos y culebras, conseguía persuadir a todos, o a casi todos, de que aquello era el fruto de una madura reflexión por el bien del país, y que además cualquier alternativa a su propuesta resultaba equivocada. En cambio, José María Aznar es poco convincente a título personal. Cuando citaba como punto de referencia de su política a Manuel Azaña o ahora al definirse a sí mismo como paladín del centro político, uno tiene la impresión de que bajo la superficie de las palabras hay más trampas que en una película de argumento propio realizada por su amigo José Luis Garci. Por seguir con la comparación, diríamos que bajo la supuesta aproximación hispana a la tercera vía de Blair se esconde un doble fondo tan ultraconservador como en el regreso del exiliado senderiano de la imperdonable Volver a empezar. Sin embargo, el viaje al centro existe en el Partido Popular y resultaría un grave error político negarlo por parte del PSOE. Sus dos componentes principales han sido sobradamente destacados por los comentaristas en la última semana. En primer término, la ruptura generacional de la derecha. El actual equipo dirigente del PP está compuesto por gentes que se despidieron del franquismo en la adolescencia. Algunos, como el propio presidente, tuvieron todavía tiempo de flirtear con el pensamiento azul, pero pronto la realidad fue otra, y la abundante presencia de antiguos jóvenes de UCD muestra que se dieron cuenta del cambio de aires políticos al que era preciso adecuarse. Eso no significa por supuesto un corte total: el aspecto de niños bien, repeinados y trajeados, de ellos y, cuando el cuerpo lo permite, de barbies más repeinadas y trajeadas aún (excepción: Loyola) de ellas, nos recuerda, igual que muchos de sus apellidos, la condición de hijos de los vencedores. Pero han aprovechado bien los años de ausencia del poder político en prepararse para recuperarlo. De ahí el segundo elemento de novedad: la consolidación de la derecha en el poder no requiere una actitud contrarrevolucionaria, al estilo de Fraga o de la Thatcher, sino una captación del centro electoral. Y, en consecuencia, una sustitución de la tradicional política represiva de las clases populares por su integración en el propio sistema de poder. La gestión de Javier Arenas en el Ministerio de Trabajo sería el buque insignia de esa modernización.

Así que en la superficie, por lo menos mientras la economía europea nos impulse hacia adelante, los campos tradicionales de actuación de la derecha -economía, relaciones de trabajo, recorte de derechos- parecen haberse desvanecido. Simbólicamente, ver a Rodríguez y Álvarez Cascos reemplazados por Piqué y Arenas lo confirma. Ahora bien, una mirada más atenta descubre que esa modernización es compatible con un peligroso crecimiento del poder del gobierno -y cuando se habla de gobierno, es preciso apuntar a su presidente- sobre la sociedad civil, a pesar de las protestas de fidelidad hacia el liberalismo. El sector público habrá sido en gran parte eliminado, y con ello el control directo de sectores económicos por el Estado, pero Aznar ha buscado a fondo desde su llegada a La Moncloa otro tipo de control mucho más peligroso para la democracia, el ejercido de forma opaca desde el gobierno sobre los grandes centros de poder económico hoy privados, y sobre los principales medios de comunicación social, en un juego implacable de adquisiciones y agresiones. Las tramas del poder económico y político están perfectamente tejidas al otro lado del telón, y giran en torno a un solo personaje: José María Aznar. No es, pues, una España devuelta a la condición de Quintanilla de Onésimo, pero tampoco cabe olvidar lo que acompaña a este "viaje al centro".

Ello explica contradicciones inexplicables en temas de política exterior e interior de gran importancia. Así, en relación a Cuba, hemos pasado en poco tiempo de ser los delegados de Mas Canosa en Europa, con Aznar en plan llanero solitario frente a Castro, a reservar el escenario en exclusiva para los voceros de la dictadura castrista y los "simpatizantes legitimadores" de la misma, como se autodefine Vázquez Montalbán. En el caso vasco, con la alianza a toda prueba con el PNV, cerrando los ojos ante la política de Arzalluz en Euskadi. ¿Razón de Estado? No, razón de gobierno, puesto que las decisiones están siempre sometidas al juego de intereses que permita el reforzamiento de su poder.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_