Policía Municipal y comunidad educativa
Hace unos días, en el transcurso de las visitas que los escolares realizan a diferentes instalaciones de la Policía Municipal de Madrid, se dieron cita unas circunstancias especiales sobre las que se impone esta breve reflexión.Unos cincuenta niños de seis y siete años participaron en esta actividad extraescolar, que sirve para conocer de cerca la labor de los agentes municipales. Su entusiasmo y alegría era el mismo que el manifestado antes por los alumnos de tantos otros colegios. Más allá de lo gratificante que supone atender a los chavales, en esta ocasión era emocionante comprobar el grado de compañerismo entre estos niños, nacidos en distintas partes del mundo, pero integrados en un grupo que destacó por su espontaneidad e ilusión. Un colegio del castizo Lavapiés (por señalar el ejemplo en cuestión) reunía los matices más ricos de la especie humana, y la fila revoltosa y llena de color que componían estos pequeños al entrar en la jefatura del cuerpo podía muy bien simbolizar un minúsculo planeta satisfecho de su diversidad racial y étnica.
Fueron tantas sus ganas de saber, que ya en los primeros instantes de la visita fue necesario satisfacer sus innumerables preguntas, desbordados por la curiosidad que les producía este encuentro con la Policía Municipal. Mi respuesta a cada una de sus inquietudes fue saludada con alborozo al corresponderse con las expectativas que para ellos había generado esta extraordinaria excursión.
Las profesoras que acompañaron a los niños demostraron una capacidad y sensibilidad exquisitas para conducir la visita, auxiliando a los que tenían alguna dificultad por cuestión de idioma en seguir las explicaciones que les ofrecía, o para señalar los respectivos turnos de intervención. Ellas y yo misma nos felicitamos por la actitud participativa y cohesionada del grupo, y por la posibilidad de coincidir comunidad educativa y Policía Municipal en esta experiencia de hermanamiento de culturas.
Este ejemplo de integración natural y espontánea, que pasa por encima de viciadas consideraciones sobre las diferencias individuales, se da de bruces con todas aquellas situaciones en las que el respeto a los demás es reo del prejuicio, el egoísmo miope y la más bochornosa ignorancia. Son actitudes cada día más solitarias, aunque vergonzosamente vigentes al albor del sigloXXI y a pesar de los esfuerzos y conquistas logradas con el trabajo común de Administración, instituciones y particulares.
Esta pequeña historia debe ser esperanzadora y estimulante para todos en general, y para el Cuerpo de la Policía Municipal en particular, colectivo que en muchas ocasiones atiende en primera instancia a personas, víctimas involuntarias de actitudes irracionales por el solo hecho de poseer unos rasgos físicos o un color de piel determinados.- . Portavoz de Policía Municipal.
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