Progresismo y justicia JOSÉ BENEDITO ALBEROLA
Ocultar el punto de partida, o la hipótesis de la argumentación, es un buen procedimiento para conseguir llegar a la conclusión que se desea, pero no lo es para aportar soluciones a los problemas o, cuanto menos, para opinar científicamente sobre algún tema. Y viene esto a cuento del artículo El parto de los montes, firmado por Mercedes Madrid y publicado en la edición valenciana de EL PAÍS. Mercedes Madrid es secretaria de Educación del PSPV-PSOE, y es esta cualidad de futura gobernante lo que hace necesario una contestación, ya que no se trata de una mera opinión, sino de un proyecto de futuro gobierno. Mercedes Madrid omite algo, quizá porque entiende que lo omitido es un dogma de fe, conocido y supuesto por todos. ¿Y qué omite? Que su punto de partida argumental es que la escuela comprensiva hasta los 16 años es el único modelo educativo posible para escolarizar obligatoriamente hasta los 16 años. Pero como esto no es verdad, como la escuela comprensiva hasta los 16 años es sólo un modelo ideológico, que no pedagógico, posible de los otros muchos modelos existentes en Europa, resulta que oculta el verdadero debate, que no es otro que el de hasta qué edad debe durar la escuela comprensiva, la escuela en la que no hay segregación de alumnos y en la que todos estudian un currículo común, matizado, es cierto, con medidas de atención a la diversidad, pero que siempre se subordinan al principio de comprensividad. Omitido el debate, se hace difícil no coincidir en las medidas y actuaciones que propone Mercedes Madrid, ya que éstas no son sino consecuencias necesarias del modelo ideológico elegido. Desvincular progresismo y justicia social es un buen procedimiento para estafar en el discurso. Y hablo de esto por la misma razón que antes: si partimos de que la escuela comprensiva hasta los 16 años es el mejor modelo para nuestro sistema educativo, es absolutamente necesario poner las bases para conseguir que este modelo ideológico no genere más injusticia social que el modelo al que sustituye. Y para que la escuela comprensiva hasta los 16 años no provoque injusticia social y que, por tanto, pueda calificarse objetivamente de progresista, sería necesario que el 100% de la población escolar se beneficiara de ella (o la sufriera, según la ideología que se sustente). Y en nuestra comunidad, al igual que en el resto de España, el 30% de la población escolar no va a la escuela pública; va a la escuela privada. Y la práctica totalidad de la privada está concertada. Y está concertada desde 1985 (cuando se aprueba la Ley Orgánica del Derecho a la Educación -LODE-, con el ministro Maravall a la cabeza), momento en el que no sólo no se tiende a ir alcanzado paulatinamente mayores cuotas para la enseñanza pública, sino que se consolida la escuela privada subvencionada existente, se le conciertan dos años más de enseñanza obligatoria y se le mantienen las subvenciones a todos los centros que las disfrutaban para las enseñanzas no obligatorias. Y luego en 1995, con la Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno de los centros educativos -LOPEG-, con el secretario de Estado Marchesi a la cabeza, se profundiza en la concertación y se concede más autonomía a la escuela privada. Y como la escuela privada no aplica los principios de la escuela comprensiva hasta los 16 años, puesto que no asume a los alumnos realmente conflictivos (académica o socialmente) por falta de medios o por otras razones, resulta que el 30% de la población escolar no paga su cuota de solidaridad y se escapa de la escuela comprensiva hasta los 16 años. Y ahí está la injusticia social, la escuela comprensiva hasta los 16 años establecida en la LOGSE en 1990, está consiguiendo en España desviar la creación de las élites académicas a la escuela privada, dejando la escuela pública como una escuela compensatoria donde es imposible progresar académicamente.
José Benedito Alberola es presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto.
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