_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Preocupante JOSE LUIS FERRANDO LADA

El congreso nacional de un partido gobernante no debería ser un momento de narcisismo institucional, sino sobre todo una oportunidad para realizar una auténtica autocrítica de las políticas que se están llevando a cabo en todos los sectores. Pero mucho nos tememos que la vorágine congresual haya arrastrado el espíritu crítico hasta convertirlo en un ser marginado. La legítima euforia no debería obnubilar las mentes más lúcidas y clarividentes, ya que en España, hoy por hoy, las espadas están todavía en alto y sobre todo hay muchos temas importantes que resolver. Por eso, alejados de la apasionada lucha parlamentaria, en la que resulta difícil reconocer los propios errores y examinar las carencias, un congreso debería servir para comprobar sin tapujos el grado de cumplimiento de los programas electorales y el nivel real de satisfacción de los ciudadanos, así como mirar hacia delante con nuevas ideas y nuevos talantes. No obstante, uno tiene la impresión que la necesidad de vender mediáticamente el acontecimiento, las conexiones en directo en el momento oportuno y los continuos focos y flashes, desvirtúan o secuestran el debate profundo, si lo ha habido. La preocupación no es de fondo, sino de forma. Parece que lo importante es la cirugía estética, no la quirúrgica. Todo se ha convertido en un escenario, para lanzar el mensaje oportuno, en el momento que han aconsejado los expertos en marketing electoral. Ese mismo mensaje, repetido hasta la saciedad para que cale en la mente de los ciudadanos y se convierta en la punta de lanza de la nueva imagen. Esta puesta en escena, se acompaña por el afianzamiento de los liderazgos más poderosos, la retirada de los viejos y quemados y la emergencia de los nuevos, que van a simbolizar las nuevas ideas y directrices. Entre los liderazgos, que pre y congresualmente han brillado, está el del presidente de la Generalitat Valenciana. Es sin duda uno de los líderes emergentes del Partido Popular, que innegablemente se encuentra en Valencia de paso hacia Madrid. Su estrella centellea con fulgor. Ha sido su momento de gloria, a la sombra del secretario general, Javier Arenas, pero no debe olvidar que en la capital del Reino la política es algo muy serio y en el banquillo hay gente muy cualificada, dígase por ejemplo Gallardón. Por eso, le aconsejamos, señor Zaplana, no ir tan deprisa. Ahora bien, sin ánimo de aguarle la fiesta, ya resultó paradójica su designación como ponente de la política social, sobre todo si se piensa que esta elección podría haber recaído como consecuencia de la modélica política social de su gobierno en la Comunidad Valenciana (CV). En una palabra, si el paradigma de la futura política social del gobierno del Estado es la que se está aplicando aquí, es cuanto menos preocupante. Por supuesto que no obedeció a esta razón, ya que sin desmerecer los esfuerzos de la consellera y de algunas personas muy válidas de su equipo, las carencias en la política de la Consejería de Bienestar Social son evidentes. Entre otras cosas, la constitución del Consejo de Bienestar Social, que es algo que tenía que haberse ejecutado hace bastantes meses, y todavía no es ni futurible a corto plazo. Así pues, la perplejidad queda eliminada cuando se piensa que había que darle al presidente de la CV una ponencia en función de su protagonismo en el Congreso y de su carrera ascendente, gracias a la inteligente presión del lobby valenciano del PP. El crecimiento económico en la CV, y en el resto del país, no está conllevando la disminución de las desigualdades, al contrario se están acentuando. La pobreza es un hecho político, en cuanto consecuencia de determinadas decisiones políticas y legislativas que la originan, la mantienen y la perpetúan. Las políticas liberales a ultranza traen como consecuencia el profundizar el abismo entre los ricos y los pobres, entre éstos y los excluidos. Al mismo tiempo que la consolidación de la exclusión de grupos y de situaciones sociales que generan dependencia, pasividad y resignación en su situación, con el consiguiente crecimiento de los gastos de protección sin perspectivas de lograr la autonomía, la independencia y la libertad real y efectiva de las personas que padecen esas situaciones. Desgraciadamente, lo que hemos visto de los presupuestos de este año es que la principal preocupación del gobierno de la Generalitat no es la corrección de la desigualdad y la eliminación de la pobreza. Echamos de menos una política social continua y ordenada, que ponga en marcha planes de "choque" ante determinados problemas graves y urgentes, medidas puntuales para situaciones de colectivos o barrios singulares, pero sobre todo unas medidas a medio y largo plazo que ataquen las causas de la desigualdad, la pobreza y la exclusión. Mucho nos tememos que la política social en la CV se está programando en clave electoral. Se ignoran los análisis del último informe Foessa, que habla claramente de 950.160 personas que viven por debajo del umbral de la pobreza, esto supone unas 254.000 familias. Es decir, que en nuestra Comunidad una de cada cuatro personas es pobre, o una de cada cinco familias es pobre. Una amigo, experto en estos temas, me decía que si se pusieran en fila todos los pobres de la CV, la cola llegaría hasta La Coruña. Profundizando en estas cifras se puede decir que las personas que en nuestra Comunidad están en situación de pobreza grave (es decir que tienen unos ingresos que se sitúan entre 13.000 y 22.000 pesetas por persona y mes) son unas 124.790, unas 23.350 familias. La pobreza extrema (ingresos inferiores a 13.000 pesetas) afecta a unas 78.950 personas, alrededor de 12.140 familias. Estas personas esperan su oportunidad en la España de las oportunidades. Ellas desean, como muchos ciudadanos de esta tierra, que esa aspiración expresada en la ponencia del presidente de la CV de fomentar la reinserción social con el apoyo a los más desfavorecidos, sea el resultado de una convicción profunda, que se traduzca en políticas concretas y dotaciones presupuestarias adecuadas. Y no es lo que estamos viendo.

José Luis Ferrando Lada es profesor de Filosofía y Teología.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_