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Reportaje:DESVÁN DE OFICIOSCARTELERAS DE CINE

"Si a la Gran Vía le quitan los carteles se queda en nada"

Inés Sánchez lamenta que los anuncios de películas pintados a mano se limiten a las salas más grandes

Si alguien se conoce al dedillo y con antelación la cartelera madrileña, ésa es Inés Sánchez. Esta mujer menuda carece del encanto de las divas, la bohemia de los directores o el aire doctoral de los críticos. Pero sin ella el cine sería distinto, al menos en las salas más céntricas. Esta dama es la responsable de las enormes carteleras pintadas a mano que engalanan buena parte de los cines-de-toda-la-vida. Sin embargo, raramente traspasa el umbral para sentarse ante la pantalla. "No tengo tiempo de ir al cine", justifica.La mayor parte de sus horas las pasa en un barrio poco de película, Villaverde Bajo. Allí, en una calle aplastada contra la estación de cercanías, se ubica el taller de pintura cinematográfica Gaspar Pérez. Ese nombre llevó un reputado cartelista fallecido en 1993, a los 47 años. Aquel artista autodidacto fue, también, el marido de Inés. "Cuando murió, me propuse continuar con lo que él había creado. Además tenía tres hijos que sacar adelante. Dejé de estar en casa para situarme al frente de la empresa y, aunque yo no pinto, dirijo lo que pintan otros", explica la mujer.

A las órdenes de Sánchez trabajan tres artistas, también autodidactos. Manejan los pinceles en la calle de Matachel, 8, en una nave gélida y repleta de personajes que jamás soñaron con pisar Villaverde. El olimpo de Hollywood en los lienzos de un barrio obrero.

-¿Cómo se hace una cartelera?

-Primero montamos la tela, de retor moreno, sobre los bastidores de madera. El número de bastidores depende del espacio de la fachada dedicada al anuncio, que varía según los cines. Luego hay que enfondar la tela con temple blanco. Sobre ella se traza una cuadrícula, para trasponer mejor la imagen que hay que reproducir, y se empieza a pintar. Todo se hace a mano. -¿Hay actores o actrices cuyo retrato resulte más arduo?

-No, en absoluto. Una cartelera no es más difícil que otra, pero la cantidad de trabajo varía. Las más laboriosas son aquellas que tienen más figuras. El resultado depende mucho de la calidad de la foto o el affiche de la película que nos manden de modelo para el cartel. Si no es bueno, casi tenemos que inventar nosotros la imagen.

Los artistas corroboran el diagnóstico de Sánchez. "Tampoco hay una expresión más difícil que otra", puntualiza uno de los pintores, Alberto Sevilla.

-¿Quién les encarga la tarea?

-Los dueños de los cines. Suelen avisarnos los lunes. Ese día deciden el cambio de programación si la taquilla del fin de semana no ha sido buena. Hay que trabajar deprisa, porque las carteleras deben estar listas para el jueves. Las montamos esa misma noche, ya que las películas se estrenan los viernes -explica Inés.

Del taller Gaspar Pérez salen puntuales las carteleras de media docena de cines: Callao, Avenida, Palacio de la Prensa, Palafox, Carlos III y Florida. Existe al menos otra empresa en Madrid dedicada a la misma tarea.

Los anuncios cinematográficos no quedan ajenos a los cambios que ha sufrido la exhibición. Tras una profunda crisis que arrasó los cines de barrio (de reestreno), los espectadores han vuelto a la magia de la sala oscura... y casi siempre pequeña. El modelo de los multicines se ha impuesto. Los grandes coliseos, cuando el Ayuntamiento lo permite, dividen sus patios de butacas entre varias pantallas, y su fachada, entre varias carteleras. En el taller ya no se pintan escenas de 240 metros cuadrados, como las que precisaba el Avenida. El mayor encargo es de 55 metros cuadrados, más grande en todo caso que muchos apartamentos.

El auge de los multicines ha restado presencia a las carteleras pintadas a mano. "No tienen espacio para ellas. Anuncian las películas con los affiches y, de paso, ahorran costes", dice Sánchez.

-¿Cuánto cuesta una cartelera?

-Depende. Una pequeña ronda las 50.000 pesetas. Pero no se cobra lo que vale, porque es una obra de arte aunque sea una copia. Los trabajos que hacemos para decoración o publicidad resultan más caros.

-¿Son arte en plena calle? -Sí, pero la gente apenas se fija en ellas. Si a la Gran Vía le quitan las carteleras se queda en nada, en un puticlub camuflado si acaso. La belleza de esa avenida está en las fachadas y en los carteles de cine. Decoramos la calle y al Ayuntamiento le sale gratis.

-¿Dónde van a parar los carteles cuando se retiran?

-Se reciclan, aunque es una pena que no exista un museo que los conserve. Lavamos las telas para que se vaya el temple y volvemos a montarlas en los bastidores. Inés deambula entre los rostros alineados a ambos lados de la nave rectangular. Julia Roberts y Susan Sarandon aguardan su turno junto al rótulo Quédate a mi lado. Al fondo, en el cuarto de colores, se cobijan las tierras que serán pinturas. Esto no es un decorado, es la trastienda de un estreno. Y seguirá siéndolo, pese a que la cartelera sea, como dice Inés, "una víctima de la evolución involutiva", o sea, de los tiempos que corren. Por eso, ella frena de momento la vocación pictórica de uno de sus hijos: "No le veo futuro a esto", justifica.

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