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Deus ex machina

CARLOS COLÓN La alcaldesa ha dicho, ante los expertos reunidos en la Conferencia Euro-Mediterránea que concluyó el pasado sábado, que la contaminación, la densificación constructiva y el control del agua son los principales problemas medioambientales de Sevilla. No lo dijo un vecino indignado, un ecologista o un joven arquitecto aún no sujeto por bridas, sino la primera autoridad de la ciudad. Cabe, ante ello, preguntarse por qué los políticos, con independencia del partido al que pertenezcan, parecen empeñados en convertir la cosa pública en un escenario de teatro griego en el que todos vivimos tragedias en las que el individuo o la colectividad no controlan su destino, toda rebelión está condenada al fracaso frente a un fatum inexorable o a la intervención de la fuerza externa de un Deus ex machina. ¿Sólo puede ser así? ¿Qué dioses trenzan nuestros destinos sin que los ciudadanos, a través de nuestras propias organizaciones y de las instituciones, seamos capaces de cambiarlas? Frente al problema de la contaminación, ¿es imposible reducir el tráfico, abordar con seriedad el metro y controlar las empresas que polucionan? Frente al problema de la densificación -y ante los abismos urbanísticos de Uralita y de Tablada-, ¿es imposible que desde los organismos públicos se decida lo mejor para la ciudad? Si los políticos reconocen que esos son los problemas, ¿qué Deus Ex Machina actúa desde fuera del escenario democrático ordenando nuestros destinos? ¿Sólo manda el dinero? ¿Toda posibilidad de cambio real es imposible? Auschwitz, Treblinka, Hiroshima o Nagasaki hirieron los sueños de la Ilustración (la Razón despierta también creó monstruos, como cuando soñaba). La caida de la U.R.S.S. enterró el sueño comunista que el totalitarismo había matado mucho antes (la libertad no puede sacrificarse a la igualdad y la fraternidad: mueren las tres porque la tríada revolucionaria es indisociable). No una conmoción histórica, sino el no estar a la altura de su origen y su historia, la estrategia amésica, la tentación cotidiana, han matado el sueño socialista (que si preservaba la unión de la tríada). Hoy estas ideas-acción -a las que se podría sumar el cristianismo herido por Grecia (que lo convirtió en complejidad filosófico-teológíca) y Roma (que lo convirtió en estructura de poder)- se encarnan sólo en voluntades admirables y solitarias o se difuminan en el sometimiento a estructuras de iglesia o de partido (lo mismo da: estructura es la asfixia del espíritu o de la idea). Esto se ve en lo grande (las ciudades asediadas por la especulación, por la barbarie automovilística, por la degradación ambiental), en lo pequeño (la convivencia, la amabilidad, la urbanidad) y en lo desmesurado (los niños rechazados por el Insalud, la joven magrebí obligada a prostituirse 30 veces en una noche, free town, Kosovo). ¿Ha de ser esto así, fatalmente? ¿Jamás se volverán a soñar revoluciones? (que no sólo significa "cambio violento", sino también "acción y efecto de revolverse", y "cambio rápido y profundo"). ¿Quién manda?

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