_
_
_
_

La alcaldía de Alicante demolerá el asentamiento de Cabrera Vicario

Las 18 familias, algunas de las cuales llevan ya 15 años en el asentamiento marginal Cabrera Vicario, reclaman su derecho a una vivienda digna. Pero sus reivindicaciones, lejos de llegar a hacerse realidad, se complican. El Ayuntamiento de Alicante ha anunciado su intención de demoler esta zona del barrio de Benalúa Sur, situada en el último hueco sin urbanizar de la fachada marítima de Alicante. El plan de desarrollo urbanístico ha diseñado la construcción de una zona residencial de viviendas, donde las chabolas sobran.

Vivir en Cabrera Vicario, un conjunto de barracones maltrechos que actualmente ocupan 18 familias, es instalarse en una cuenta atrás que cuando llegue al cero marcará la hora de la piqueta. Este asentamiento marginal, que ha sido el hogar de muchas familias desfavorecidas desde hace 15 años, será demolido en breve porque está situado en el último hueco sin urbanizar de la fachada marítima de Alicante. Cuando el plan de desarrollo urbanístico de Benalúa Sur se ejecute, estas viviendas adosadas, que hacen corro en torno a dos monolíticas chimeneas que hablan de un pasado industrial, desaparecerán y sobre sus ruinas y las de sus habitantes se edificarán bloques de viviendas de lujo. Desde que el concejal de Servicios Sociales, José María Rodríguez Galant, anunciara cerca de las fechas navideñas que la demolición se realizaría a principios de este mes, las familias de Cabrera Vicario han vivido bajo la sombra de la espada de Damocles. Claro que Salvador Jiménez, que se instaló allí hace 13 años, no entiende de mitología griega porque no sabe leer ni escribir. Lo que no es óbice para que sepa lo que no quiere: vivir en una casa ubicada a las puertas del Cementerio Municipal, que es el alojamiento que le han dicho que recibirá cuando sea desalojado. "Padezco del corazón y no puedo trabajar, mi mujer es sordomuda, tengo dos hijos pequeños que van al colegio de este barrio", relata Jiménez, para después preguntarse: "¿Quién me va a atender si me da un infarto? ¿Quién va a acompañar a mis hijos al colegio?" Sobre todo, Jiménez no quiere que estos niños crezcan observando un paisaje de cruces y lápidas. María Dolores Cortés, su mujer, acaba de limpiar el suelo y sólo el suculento aroma del puchero que hierve sobre un camping-gas ahoga el olor a lejía. Pero sus esfuerzos de higiene caen en saco roto cuando se observa el estado de la casa. El matrimonio duerme con sus dos hijos pequeños en el mismo dormitorio, cuyo falso techo se derrumbó con las últimas lluvias y les dejó a merced de las goteras. Viviendas dignas Las lluvias, y especialmente si son torrenciales, son una auténtica tragedia en este lugar situado en una hondonada. "En las últimas inundaciones nos tuvieron que llevar al albergue", relata Manuel Campos, que vino de Jaén hace 15 años. "Se inundó toda la casa y desde entonces hay muros que podrían caerse en cualquier momento", dice. Salvador Jiménez reclama su derecho a una vivienda digna y a una paga por su enfermedad y la minusvalía de su esposa, que asegura no recibir. Además, se queja de que en el colegio quieren cobrarle porque sus hijos utilizan el servicio del comedor y él no tiene con qué pagar, porque la familia sólo sobrevive de los cartones que él recoge a diario con la furgoneta. Jiménez cree que, como alicantino de cuna, merece "un trabajo y un sitio para poder vivir decentemente". Manuel Campos vive de la mendicidad con su hijo menor y su mujer y reclama más ayudas sociales. "Todo ese dinero que envían a América nos lo podían dar a nosotros, que somos españoles y vivimos como perros", reivindica. Los servicios sociales municipales negocian el realojo de la mitad de las familias, las que están censadas. El resto son consideradas "nómadas" y, por tanto, serán abandonadas a su suerte. Los que consigan una vivienda serán dispersados por diferentes barrios de la ciudad. "Aquí somos todos una gran familia, nos conocemos desde hace mucho y nos ayudamos los unos a los otros", cuenta Jiménez, y asegura que echará en falta a sus vecinos cuando le den una casa, que espera que esté en cualquier sitio menos frente a un cementerio.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_