Pamplona exhibe esculturas, cuadros y dibujos del catalán Manolo Hugué
Escultor, pintor, grabador y orfebre, el artista catalán Manolo Hugué (1872-1945) fue uno de los artífices de la intensa fermentación creadora que dio vida en París al fauvismo en los primeros años de siglo. Ahora, una muestra de 42 esculturas, pinturas y dibujos reúne en el centro de cultura Castillo de Maya de Pamplona, hasta el 21 de febrero, una retrospectiva singular de su trabajo.
La obra escultórica del multidisciplinar Hugué es la más reconocida internacionalmente. Bronces, bajorrelieves, terracotas, bustos, maternidades, manolas y flamencas y escenas de tauromaquia de características intimistas y pequeños tamaños con tendencias expresionistas y de un naturalismo idealista en la geometrización de los volúmenes y una búsqueda de formas cerradas que dominan el espacio por el tamaño y el peso de los miembros femeninos. Figuras, muchas de ellas, reunidas en Pamplona por la Caja de Ahorros de Navarra (CAN) que han despertado un fuerte interés entre los coleccionistas ante la imposible expectativa de venta de alguna pieza de este creador que apenas dejó un 20% de su obra en España. El resto está, mayoritariamente, en manos de coleccionistas privados. Nada está en el mercado. Decoran domicilios particulares u ocupan lugares destacados en el Museo del Prado o museos catalanes. Fernando Francés, comisario de la muestra, señaló ayer que la figura de Hugué debe ser "redescubierta" cuanto antes para el gran público y recordó que la dificultad de localizar su trabajo, repartido en manos particulares de propietarios estadounidenses, franceses, holandeses y belgas fundamentalmente, ha impedido la organización de muestras antológicas en España que hayan mostrado la importancia de su multidisciplinar tarea creativa. "Organizar esta exposición ha supuesto una ardua tarea de investigación para localizar pieza a pieza cada una de las obras expuestas [7 dibujos, 21 esculturas y 16 pinturas] y convencer a sus propietarios para poder exhibirlas al público", señaló Francés. Nacido en Barcelona y prematuramente volcado en el aprendizaje de las bellas artes, Manuel Martínez Hugué participó en las tertulias del Círculo Artístico de la ciudad condal y, sobre todo, en Els Quatre Gats, hasta que, en 1901, se trasladó a París para proseguir su formación. Allá conoció a Max Jacob, Georges Braque, André Derain, Amadeo Modigliani y Pablo Picasso, entre otros, y bebió de la inspiración que dio vida al fauvismo, el expresionismo, el cubismo, el futurismo o el dadaísmo. A lo largo de su vida artística, que finalizaría en su producción de Caldas de Montbuy (Cataluña), Hugué cultivó una obra plural (joyería, pintura, dibujo, escultura...) en la que desarrolla arquetipos humanos sanos y equilibrados, de canon helénico, algo rechonchos y en los que las curvas son fuertemente acusadas. Las piezas expuestas en Pamplona permiten localizar otras dos de sus raíces: la escultura mesopotámica y el ejemplo de Rodín.
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