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Reportaje:EXCURSIONES SIERRA DEL CASTILLO

Un balcón de panorama total

La mejor vista del alto Guadarrama se obtiene desde este serrijón entre Collado Mediano y Navacerrada

Chasco típico de excursionista bisoño es subir a lo más alto de una cordillera con la certeza de abarcar un panorama insuperable y, en llegando al culmen, descubrir que los montes circunvecinos han perdido gracia y altura, como suflés fríos, por efecto de la perspectiva aérea; que pueblos y bosques se han esfumado en el añublo de los valles y el único panorama cierto que se presenta es el de un largo descenso con las rótulas descuajarangadas y la mirada vacía.Unamuno, que era perito en paisajes -cinco libros alumbró sobre el asunto-, decía que "la sensación que las montañas nos producen, no crece, ni con mucho, a medida de su altura" y que "la altura geométrica es de una importancia secundaria en el aspecto estético" (Andanzas y visiones españolas). A don Miguel, verbigracia, le imponían tanto los mil metros escasos del Ganecogorta, cabe su Bilbao natal, como los casi 2.600 del Almanzor, y eso que no iba de vasco.

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A mesa puesta

Ejemplos notorios de este descompás entre alteza y hermosura los tenemos, además de en la realeza, en el Guadarrama, cuyos balcones más bellos no están en las cumbres, sino en pequeñas eminencias que, apartadas varios kilómetros de la alineación principal, permiten -como al pintor o al fotógrafo que recula- una visión cabal del conjunto. Tal es el caso de Cabeza de Arcón, en Bustarviejo; del cerro de San Pedro, en Colmenar Viejo; de Navarrulaque, en Cercedilla -ahí están los miradores de Rosales y Aleixandre-, y de las Machotas de El Escorial, donde, con buen criterio, Felipe II plantó su silla. Pero ninguna tan vistosa como la sierra del Castillo.

La del Castillo es una serrezuela granítica de 1.343 metros que se alza al norte de Collado Mediano, a nueve kilómetros en línea recta del puerto de Navacerrada, y como quiera que este último paso es frecuentadísimo, sobre todo en época de nieves, cabe suponer que miles de madrileños la conocen, siquiera sea de haberla visto por el rabillo de las gafas de esquí cuando suben zumbando al puerto desde Villalba, pues es la prominencia que queda a la izquierda de la carretera, sobre el embalse de Navacerrada, tapizada de chalés hasta media ladera y el resto de pinos resineros. Otro conocimiento menos oblicuo, sobre el terreno, es el que proponemos.

Pinos, carrascas y enebros

Desde la plazuela del Ayuntamiento de Collado Mediano, vamos a salir caminando por la calle de la Ermita y luego por la de la Cobañera, para enlazar con la pista de cemento que sube al depósito de agua. Rebasado éste, el camino -ahora de tierra- se adentra en el bosque, donde alternan los pinos de repoblación con rodales de carrascas y enebros autóctonos, y desemboca en una pista horizontal por la que discurre enterrada -según anuncia una señal del Canal de Isabel II- la conducción Navacerrada-Los Molinos; aquí tiraremos a la izquierda y, en medio centenar de metros, a mano contraria, para seguir ascendiendo por la solana de la sierra.Como a media hora del inicio, justo antes de llegar a una repentina cuesta abajo y a una casa que fue del guarda del pinar, surge a la izquierda una pina senda que nos va a guiar hasta la divisoria de aguas y, continuando la ascensión por la línea cimera, hasta un extraño mirador que hay en la cumbre.

Desde este balcón de hierro -en saledizo y empinado cual mascarón de proa-, veremos los tejados de Collado Mediano a nuestros pies, la sierra del Hoyo de Manzanares al sureste y el anchuroso valle del Guadarrama a poniente.

Siguiendo hacia levante por la cresta, y dando vista al alto Guadarrama -desde La Pedriza hasta los montes de El Escorial, pasando por Siete Picos-, llegaremos a unas peñas que se elevan frente a un repetidor de telefonía móvil, sobre el pueblo y el embalse de Navacerrada, en que se espeja La Maliciosa.

Poco más abajo de la antena, pasa una pista que permite regresar tomando cualquier dirección. Que hace frío, por la solana; que apetece sombra, por la umbría. Y si hay hambre de más y más vistas, de nuevo por la cima.

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