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Reportaje:CIENCIA

El Señor de los Dinosaurios chinos

Como si de trastos viejos se tratase, por el despacho de Dong Zhiming hay desperdigados cráneos, vértebras y huevos del tamaño de un balón de fútbol. Pero la expectación se despierta cuando el profesor se acerca a su desvencijada caja fuerte: cada uno de los restos que en ella se encuentran es motivo de sensación entre los paleontólogos. "Los coleccionistas extranjeros nos han ofrecido millones de dólares por lo que se encuentra aquí dentro", nos confía el más importante investigador de dinosaurios de China, mientras desliza una losa del tamaño de un folio grande sobre su escritorio. Incrustado en la piedra se puede reconocer perfectamente un ser del tamaño de una perdiz, mitad dinosaurio, mitad pájaro. Los investigadores tendrán que aclarar si se trata del antepasado de todas las aves.

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A continuación, el investigador de los saurios de la Academia de Pekín de Ciencias Naturales, pone a contraluz otra de las valiosas muestras de su galería de rarezas: un huevo de dinosaurio cuya parte superior, como en los huevos cocidos del desayuno, se rompió en tiempos remotos. Los huesos petrificados de un reptil primitivo en postura embrionaria se pueden apreciar claramente.

"Es posible que China todavía tenga mucho tiempo que recuperar en investigación", opina Dong. "Pero, en lo que a variedad de yacimientos y abundancia de fósiles se refiere, nuestro país es una superpotencia en saurios. De eso no hay ni la menor duda".

Casualidad

Y ello no hay que agradecérselo -como casi todo en China- al todopoderoso Partido Comunista, sino a una casualidad de la geología: al contrario de lo que ocurrió en la mayoría de los continentes primitivos, el Asia Oriental se mantuvo como una masa de tierra unida durante toda la era de los saurios (que tuvo lugar hace entre 250 y 65 millones de años). Los mares nunca inundaron en esta parte los tesoros de los fósiles. Únicamente a Dong hay que atribuirle el mérito de que la noticia del País de las Maravillas de los Dinosaurios haya encontrado difusión entre el círculo de los treinta investigadores de dinosaurio de dedicación primaria y reconocimiento mundial. Desde hace 35 años, el activo profesor, a quien el National Geographic Magazine le ha bautizado como el Señor de los Dinosaurios de China, se ha consagrado a estos reptiles gigantes. Ha descubierto más de 30 esqueletos completos y parciales y ha descrito más de 20 nuevas especies. Es un récord mundial. "No he conocido todavía un paleontólogo mejor", declara con entusiasmo su colega canadiense, Dale Rusell, "cada día encuentra el doble o el triple de fósiles que nosotros".

Cuando era un niño, Dong pensaba que los konglong, nombre que reciben los saurios en chino mandarín, eran criaturas que daban miedo y que únicamente pertenecían al mundo de la leyenda. Fue en una exposición itinerante que visitó su ciudad de origen, Weihai, donde se enfrentó por primera vez en vivo al esqueleto grisáceo de un dragón. Desde entonces no le ha abandonado la chaladura por descubrir los secretos de los saurios.

Tras su licenciatura en biología, Dong fue contratado forzosamente por el Instituto de Pekín de Paleontología de Animales Vertebrados: "la mayor casualidad de mi vida", dice hoy día. Y es que, en dicho Instituto ejercía, desde los años veinte, un viejo excéntrico al que en China conocían hasta los niños: Yang Zhongjian, que fue el primero en descubrir dragones en su propio país, un héroe socialista del frente de los esqueletos. Tras una breve conversación, Yang, blanco como la nieve, tomó al atlético estudiante Dong como su principal ayudante.

Plantaciones de arroz

La colaboración se prolongó por espacio de 27 años, siendo interrumpida únicamente por la Revolución Cultural, que abarcó de 1966 a 1976. Dong Zhiming fue enviado a trabajar al campo, concretamente a las plantaciones de arroz, durante cuatro años. Si bien, incluso en los arrozales, según cuenta él mismo, sólo se interesaba por el descubrimiento de restos de dinosaurios.En diciembre de 1979, poco después de la muerte de su maestro, Yang, una casualidad fue el origen del reconocimiento de Dong dentro del mundo especializado. Una fría mañana de invierno, acompañado por investigadores del British Museum, avanzaba en un traqueteante jeep del Ejército por el paisaje montañoso de Dashanpu, en la China suroccidental. De repente, los científicos oyeron el ruido de una explosión. Los obreros habían dinamitado la cima de una colina para construir una carretera. Dong se subió a ella. Entusiasmado, hizo señas a sus colegas para que se encontraran con él. El suelo estaba cubierto de huesos gigantes.

"La tarea más difícil de mi vida" califica el profesor "fue movilizar a las autoridades en las semanas siguientes para que interrumpieran sus trabajos". Su tesón en la lucha con el aparato se vio recompensada con más de veinte toneladas de huesos de dinosaurios. Entre ellos había algunos especialmente interesantes: cinco cráneos completos.

"En total encontramos huesos pertenecientes a unos cien animales", calcula Dong. La antigua obra se reveló como la fosa de dinosaurios más grande del jurásico medio (entre 178 y 157 millones de años), una época de la que, hasta entonces, sólo se habían encontrado pequeños reptiles. De este modo, Dong demostró que la evolución a los tamaños gigantes había comenzado mucho antes de lo que hasta entonces se creía. Con este hallazgo, el profesor chino se convirtió en una eminencia a escala mundial.

En el verano de 1985, a él y al estudioso de los dinosaurios canadiense Philip Curry le fue confiada la tarea de dirigir una de las mayores excavaciones de todos los tiempos. Los expertos occidentales recuerdan, con estremecimiento y admiración, la energía con que los chinos se enfrentaban a los trabajos. En la cuenca de Jung-gar, de la región autónoma de Xinjiang, los prospectores vislumbraron una costilla gigante de un konglong, que sobresalía caprichosa de la piedra arenisca roja. "Había fácilmente cien toneladas de escombros que retirar de los restos", recuerda uno de los canadienses. Dong hizo su propuesta: "Sencillamente, utilicemos dinamita y hagamos volar la basura que está sobre los restos".

Al principio, los extranjeros pensaron que el chino se había pasado con el aguardiente. Sin embargo, pronto se confirmó que los chinos manejaban los explosivos con la precisión de un cirujano: "Nos ahorró un montón de tiempo", tuvo que confesar Dale Russell, del Museo de Ciencias Naturales de Ottawa (Canadá). Tras cuatro años de trabajo en la excavación, el árbol genealógico de los reptiles primitivos había crecido en 11 especies y se había aclarado su parentesco con los saurios del continente americano. ©Der Spiegel

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